31.10.08

acercamientos a la ciencia exacta cap 2

Escritorio, antropo, prehist II, prueba lunes, sacrificio moche.pdf, listo, por lo menos hasta esta parte está todo bien, si uno se pone a pensar no es tan difícil, de hecho, tiene mucho sentido; si uno está estudiando antropología es del todo razonable sentarse un viernes por la tarde a estudiar para la prueba del lunes, la gente piensa así, y uno debería pensar así también, hay prueba el lunes, es mucha materia, el ramo está apeligrando y hay que estudiar de cabeza por lo menos un fin de semana, leer y retener, leer y retener, y si uno es un estudiante un poco más ejemplar, leer, divagar, sacar conclusiones, reflexionar, despejar esas inquietudes intelectuales que van surgiendo entre idea e idea, escenas de sacrificio en montañas en la iconografía moche el estilo cerámico moche es uno de los más complejos de los Andes 36 páginas pero antes hay que revisar el mail por si alguien subió algo no sé es casi una formalidad temporal secuencial y para esperar mientras carga la página se puede tocar guitarra un rato pero nunca se toca guitarra sólo un rato una canción te lleva a otra y ay ¿cuál era la nota de esta parte? Tabs, lacuerda.net tusacordes.net a ver era Lam ahora sí mientras el mail ya estaba de hace rato cargado y dos correos del centro de estudiantes o algún colectivo x no definitivamente no hay nada aún si todavía es viernes que más se puede esperar pero ya que estamos en esta voy a aprovechar de revisar mi mail quizá llegó algo inesperado una propuesta inconcebible que tiene que ser inconcebible porque de lo contrario ya sé que tengo que estudiar de cabeza toda la tarde y ninguna propuesta no inconcebible puede cambiar eso esta vez no es por tanto sorprendente que entre todos los estilos prehispánicos de los Andes se el que ha recibido mayor atención. En las últimas décadas los estudiosos del arte moche Che! Préstame un mensaje y de repente hace demasiado calor como para seguir leyendo un par de mormones pasa conversando en la acera de enfrente seguramente no del arte moche ni de la mormosidad de la mormonería seguramente de algo distinto Pablito! Vamos a comer helados! Pero che, estudia un poco y vamos y bueno así como la organización de las escenas iconográficas mismas punto ahora hay que encender un cigarrillo el poderoso hito de todos los tiempos terminamos de almorzar un cigarrillo salimos de clases un cigarrillo terminé de leer la introducción un cigarrillo que hacemos ahora? Hagamos lo que sea pero antes un cigarrillo y blur y pixies y a comer helados a plaza ñuñoa hace un año estábamos estudiando para la psu te acuerdas? Kiriguin el preuniversitario y todo eso de que estás hablando? Mira a esa mujer que va cruzando la calle pensé que era… quién? No se parece nada Pablito sigamos adelante quizá mañana ya no esté el sol ni los helados ni las calles enfermas de sol y el helado de menta bañado en chocolate y de frambuesa y bañado en crema y fue bueno mientras duró y ahora? A estudiar? Pero todavía queda todo el camino de vuelta a casa y estoy insaciable che pablito como en los viejos tiempos mira ahí un as a mil pesos cuanto te sobró? Cuatrocientos pesos excelente yo tengo seiscientos y pico que le vamos a hacer? Que chanchería es esta qué te lleva a pecar y procastinar gula pereza lujuria y cuáles más eran? Cómo gastar dos mil pesos en menos de veinte minutos que imbecilidad después a mitad del mes nos estamos quejando que no hay plata ni para los cigarrillos cachaste? Era ella de nuevo no a mi colegio no pienso volver no estoy ni ahí con esa gente a los que valen los veo en otros lugares estamos llegando que hacer ahora? Estudiar? Todavía tengo hambre no viste que habían huevos en el refrigerador? No obviamente que no… o sí? Abre tú el portón che una dos vueltas y se abre la puerta usa tu propia llave para entrar pablito jaja che yo llevo todo el semestre abriéndote la puerta con mis llaves y qué llevas la cuenta de eso? Llegas a anotar a un cuadernito cada vez que me abres la puerta? lo piensas pasar a Excel también? Derecho al refrigerador todavía me queda el postre del almuerzo puras frutas las frutillas están buenas las manzanas igual pero las naranjas te tuercen la cara después de tanto dulzor y bueno ahora sí que hay que estudiar no se le puede hacer nada pero todos saben que hay que hacer café antes de estudiar para despavilar un poco un café y a estudiar otro gran hito de la cotidianidad siempre antes de hacer algo serio hay que tomar café eso lo aprendimos hace mucho tiempo y mientras hierve el agua enciendo otro cigarrillo y me siento a esperar ¿Así que la variedad de los diseño Moche en sus cerámicas es sólo aparente? En realidad todos representan temas limitados universales y más complejos vaya! Me pregunto que pensaría uno si llega un hombre ilustrado a buscar contenidos trascendentes en tus manifestaciones aver, ehem, usted hoy estudió mediocremente tocó guitarra fue a comer helados y terminó comiendo helados y un completo y ahora está haciendo café el agua ya ha hervido hace rato y no se fume la colilla porque hace mal ¿Qué es esto? Por favor dígame ¿Es una representación de la confusión colectiva de nuestra era que te lleva a pecar y procastinar? Bueno una vez que el café ya está servido y el cigarrillo ya está fumado no quedan más excusas ahora hay que subir a estudiar porque en todas estas horas has leído 2 páginas de 36 algo así cómo 1/18 de 1 de 8 textos y ya son las 5:30 así que deberías subir a estudiar sentarte frente al pc y leer y retener y leer y retener pero por esas cosas de la vida te pones a escribir corrientes de la consciencia sobre cosas no muy importantes en realidad y como si fuera poco sabes que cuando termines de escribir vas a querer salir un rato a fumar un cigarrillo.



ánimo con prehistoria cabros
che

29.10.08

Hace frío.

La arena es blanca y fría,
los perros extraños, peludos,
como camellos pequeños y feos.

No hay noche, ni día,
ni serpientes, ni tiendas,
Solo vemos cerros brillantes
como cimitarras.

¿Dónde esta la Meca?
¿Dónde el aire seco,
las tormentas, los franceses?
Sin Allah, sin allá.
Somos Tuareg perdidos
en Alaska.
Yo nazco y muero cada día.
Aborrezco la luz y me desplomo ante la noche.
Yo no sé de vicisitudes, sólo conozco lo que por mi pasa.
Pero no conozco nada.
Los cantos pasan ajenos.
El camino se abre en mil.
Mas no tengo la llave, o
no hay cerrojos, ni puertas.
No hay caminos.
Esos mil pasaron ya volando, se desparramaron por el cielo y me trajeron de regreso.
Les creí una y mil veces.
Y seguí creyendo.
Creyendo sin conocer nada.
Creí sintiendolo todo.
Yo no sé que diría pachito, tampoco sé que le preguntaría.
Quizás si le viese la cara sabría que decir. probablemente no.
Por mientras me siento a esperar.
Mientras me llevan los mil y me desparramo por el cielo.

violala- ampliable

Cierren compuertas. Cuartos con potencial habitabilidad de neuronas. Neuronas que nunca aprendieron a caminar, van a cuartos sin ventanas a conversar, su castigo es la oscuridad. Algunas no pueden abrir ninguna puerta, tienen miedo de las almas de neuronas pasadas que son fantasmas. Neuronas pasadas atraviesan las paredes, andan por los pasillos, leyendo la vida de cada portal, llenando de sentido al caos, su voz es el canto del entendimiento. Neuronas traicionadas viven en cuartos iluminados bajo llave, su castigo es el dogma. Neuronas sobreprotegidas se les prohibió salir a jugar, no saben lo que es la vida misma, viven en habitaciones con suelo de poeticos petalos. Hay momentos en que las paredes se caen y todos van donde quieren. Cuando las puertas se abren se encuentran hermanos separados hace siglos. Y vuelven a ser configurados en espacios no comunes, y separados a su vez de sus antiguos compañeros y familias, lloran acariciando las paredes hasta derretirlas: así es como el sentimiento viola a la razón, yo lo practico a diario, con lo que tú creas que es arte, salud!

sobre el cancer en el 2005

El pellejo de estos hombres, de este tipo de hombre, de esta clases de hombres, tiene caracteres similares, a la altura en que se encuentran, su precio es alto, su visión tiene un cáncer, siendo parte de la negatividad, siendo parte de la antitesis, haciéndose cargo de ello, este hombre decide ser un cáncer y así quiere que lo llamen, con una sonrisa en los labios regala su visión, a otros le muestra sus manos repitiendo: Lo siento! , a pesar del cáncer no tengo nada en mis manos que te pueda dañar, pero sabes que mi valentía es suficiente, para que en la irracionalidad/racionalidad, pueda trepar por montañas y campos, con pistolas de juguete, incitando a tus enemigos a que tomen las armas de verdad.

28.10.08

-varios

En una noche de desvaríos y ensoñanaciones
las palabras pierden el sentido si no se transforman en lengua
y la lengua en acciones: Desaparecer el ser, te transformas en acción.
Pura y duradera, dejas de ser un simple planeta para ser la fuerza que le impulsa
¿Sientes todos los soles de la creación dentro de ti?
¿Puedes verte plagado de tantos ojos azules? ¿Los ves? ¡¿LOS VES?!
Los que saben les llaman mundos, otros no saben lo que hacen…

¿Saber o no saber? ¿Actuar sin saber? ¿Actuar o compadecer?
El que actúa no escribe un libro, el libro lo escriben sobre Él.

Ya no hay lugar aquí para más palabras.

Montañas y Llanos

Yo, que he contemplado la magnificencia

quiero mañana encontrar al Alicanto

regocijarme en su vuelo

y me llevé tras la morada de los metales preciosos

para que pueda alimentar a sus crías

y que me regale una pluma

así pueda escribir hermosas palabras, como el diamante

y darle una luz nueva a cada uno de mis días.


Las luces rojas del alba me recuerdan a tu respiración

constante, reticente, casi que se apaga con cada exhalación.

Como desde un balcón contemplante me atraen las nubes

- Ven conmigo hermano, el viento te envuelve, conmigo al mar.

Si tan sólo pudiese viajar sin escapar, marcharme sin volver

ya nada sería igual.


Grandilocuentes, espantosas, - muy queribles en todo caso-

se convierten las imágenes frente a mis retinas

¿qué esperan las estrellas para adormecer mi cuna?

Esperan que muera y vuelva a nacer,

porque en una cuna jamás volveré a dormir

pero sus fugaces caricias mis ojos llorarán eternamente

en completo regocijo.

El ego de Panchito.

Yo gano en la ruleta
rusa de la vida.
Abro mis labios y tus ojos.
Yo gano en la guerra
melódica que sientes.
Abro las siete puertas.
Abandono el abandono
de toda la esperanza.
Yo juzgo a los jueces,
Y a las putas,
y a la suerte.
Yo gano en la ruleta
Y pierdo por ti la llave.
Y cierro mis ojos y tus labios
y grito por ti una suerte
de intento de novela.
Yo vivo por todos la guerra,
la ruleta,
las putas,
y la muerte.

Koan.

El viejo Buda 
se ocultará 
bajo tus sábanas.




¿Como no 
confundirlo 
con tu mujer?
I

No se puede culpar a nadie por esto. Quiero creer que hasta aquí todos ustedes han actuado inconscientemente, como solemos actuar, obedeciendo a una especie de gran aparato invisible que suele parecernos absurdo. Después de todo, nos sabemos ajenos a este lugar. Queremos aferrarnos desesperadamente a algo en esta especie de caída desenfrenada que se oculta tras el disfraz silencioso y quieto de la cotidianidad. Y, sin embargo, hay tantas personas que nunca se llegan a dar cuenta de ello. Es como si la existencia fuera una gran membrana, un instante con miles de partículas sumergiéndose en una sustancia para llegar al otro lado, en un instinto por alcanzar algo. Y hay personas que sencillamente fluyen a través de ella, casi sin abrir los ojos, con una permeabilidad tan impresionante, y así de fácil y rápido, sin darse cuenta, llegan al otro lado. Pero no hay nada al otro lado. Y en este momento tengo tanto miedo de sumergirme, no se por qué. Como si hubiera alternativas. La euforia siempre es pasajera, el mundo como una prolongación de nosotros mismos, podemos echarnos tranquilamente y descansar sobre la realidad. Es como estar cerca de todo, querer abrazar algo verdadero para no sentir que te estás yendo, pisar tierra firme, tragar la brisa de los innumerables caminos, sentir el roce de un cuerpo, un contacto, algo… y rápidamente la euforia degenera en hastío, pusilanimidad, hasta llegar finalmente a esa desesperación sigilosa que pulula en la cotidianidad y que tarde o temprano se hace insoportable. Es un ciclo eterno. En un momento te sientes tan bien, como satisfecho de haber nacido, y de golpe dejas de estar así, como si una mano desconocida te hubiera arrancado del sueño eterno de algún útero primigenio. Y no sabes por qué estas temblando en un baño frío y sucio, lleno de vómito, con la chaqueta empapada de humo de cigarrillo, en el fondo de la tierra, como queriendo que venga alguien a abrazarte, pero no, porque ya te alejaste definitivamente, ya has rehusado toda posibilidad de sumergirte en la membrana con los demás, en parte por vergüenza, por orgullo y en parte por miedo. Tu piel comienza a secarse, se ve estéril, está fría, y huraña, prefieres que nadie te toque, prefieres estar sólo, caminar por la ciudad observando a toda esa gente, toda esa vorágine sedienta de carne, de sangre caliente, todo ese aliento colectivo que recorre sus bocas pesadas y somnolientas, y tú sigues convenciéndote de que estás mejor así, lejos de todo eso, despierto en la ciudad dormida, entre la gente que se pierde en sus ensoñaciones de vida, felices, presas de esa inconsciencia que les permite seguir vivos y pensándose despiertos. Y luego ese instante de florecimiento absoluto en el que se abren todas las cosas, en el que se desintegran todas las verdades, tan insignificante en el tiempo y para el mundo, sobretodo para el mundo; ese impulso por alcanzar algo que en algún momento dejamos atrás, la única impronta firmemente estampada en nuestros cuerpos, un estallido incontrolable de toda la sangre en un frenesí de pétalos y colores, y el viento que nos embriaga de polen y los muslos de la primavera, con sus caricias lentas, cabellos que se desenredan ingenuos en tardes ensoñadas que nunca volvemos a encontrar, esta sensación de no estar aquí, de haber logrado despertar, contemplar la membrana, la deriva que nos lleva a la nada, y, misteriosamente, sentirse bien, volviendo por un camino que parecía perdido, con un cigarrillo en la boca, con una sensación que anda dando vueltas, tan fuerte que te golpean las sienes, queriendo sonreír, observando a toda esa gente, pero sin querer convencerte de nada más ya.


che

Fatalidad

Es triste volver,
danzando como un imbécil
al compás sinuoso de los mismos caminos.

esos caminos que ayer despertaban
con cada paso tuyo,
y los sentías respirar bajo tus pies,
mientras tu sangre se agolpaba en tu piel,
recorriendo tus venas desenfrenadas,
queriendo reventarlas,
queriendo inundar esta tierra sedienta,
atrapada en su letargo estéril,
queriendo hacerla estallar
en mil primaveras incendiarias.

Es triste tener que volver por estos caminos
oxidados en su interminable fuga a la distancia-

Si encuentro un pucho encendido en el suelo
lo recojo y me lo fumo,
mientras pienso, un poco más tranquilo,
si mi vieja me estará esperando con algo para cenar en la casa.

che

Fani

En el verano de 1966 vivíamos en el 1064 de Pedro Aguirre Cerda con mis hermanos mayores y la finada de mi madre. Mi papá no estaba nunca en casa, pero vivía con nosotros. Mis hermanos, que salían de madrugada a vender piñones al centro, llegaron un día con una perra huacha, quiltra y chiquitita. Le pusimos fani. Desde el día que llegó a la casa, a la fani la quisimos todos. Es que ella era tan humana. A veces mi madre se estaba quejando de hambre en la cocina y, ahora que lo pienso, creo que la fani la escuchaba. Porque un día había un viejo ahumando cabezas de chancho arriba en la población y de repente la fani que desaparece y aparece al rato con una cabeza en las fauces, corriendo desesperada por las calles de tierra y mi madre saltando de alegría nos miraba y se reía y nos miraba y se reía. Y mi hermano Checho era otra cosa. A veces volvía acabronado, tirándose las mechas de rabia, -¡No sé qué chucha tengo!, decía y se frotaba la cara, roja de sudor. Y ahí estaba mi hermano Coche, que con toda su calma, sin apartar la mirada de dondequiera que la tuviera puesta, le diría, cantadito -Chupa sal… Pero Chechito no chupaba sal, era tan chucheta el pendejo, y casi todas las noches salía a mandarle. Y mi madre, que siempre le adivinaba las andanzas, toda la noche junto a la ventana la pobre. Era cosa de tiempo que apareciera Chechito enchuchado, gritando borracho “¡Los conchesumadres me quieren matar!” y se ponía a buscar en todos los cajones de la cocina, pero mi madre ya había escondido todos los cuchillos. A veces no volvía y mi madre sabía que andaba peleando por ahí. Mi madre no dormía y yo tampoco. A veces la acompañaba. La fani se ponía a ladrar como condenada y había que abrirle para que saliera. Y desaparecía en la noche por las calles llenas de mugre de la Pedro Aguirre Cerda. Si volvía con la chaqueta de Chechito en el hocico significaba que andaba peleando por ahí. Y partíamos todos detrás de la perra a buscarlo. Mi hermano Coche con la lámpara de aceite y una cara de sueño pesado, mi madre y yo, todos detrás de la fani. Cuántas veces habrá pasado eso, ya no recuerdo. Pero fueron muchas. Con el tiempo la fani envejeció. Ahí si que pasaba casi todo el día echada en la puerta de la cocina, acompañando a mi madre que tejía y tejía, toda la tarde. Mis hermanos un día, que volvían de vender piñones en el centro, llegaron con un perro nuevo. Era un perro policial, medio pastor alemán, bien grande, que nos gustó a todos desde el momento en que la trajeron a la casa. Estábamos tan felices con el perro, pasábamos todo el día jugando con él, arrojándole cosas para que las trajera y sacándolo a pasear por la población. Al mismo tiempo, mi madre había comenzado a trabajar de nana puertas adentro en un caserón en las afueras de la ciudad, y no la veíamos en toda la semana. No nos dimos ni cuenta que la fany caminaba con una languidez tan grande hacia la cocina a sentarse bajo la silla de mi madre, para levantarse casi de inmediato y volver a echarse en el patio.

-Está enferma –dijo Coche un día, pero nos dimos cuenta que sólo estaba vieja.

Así ocurrió un sábado, cuando mi madre ya había vuelto a casa y se encontraba tejiendo tranquilamente en la cocina, que la fani apareció con un paso lento y vacilante. Había pasado toda la tarde echada en el patio, sin moverse siquiera para espantar las moscas. Se dejó caer al lado de ella y entonces ocurrió. Pareció suspirar largamente y luego dijo, prolongadamente: “¡Ay, mamá!”. Entonces murió. Todos quedamos paralizados. Después fuimos a verla, justo en la puerta de la cocina, ahí estaba tirada. Mis hermanos estaban callados, mi madre se había sacado los lentes para llorar y yo igual hubiera llorado, si después de todo, ella era tan humana.

27.10.08

Voy a.

Voy a asesinar una puta
Con mucho silencio:
hay que respetar a las putas.

La voy a asesinar como
debe hacerse.
Con cuidado, sin ofenderla.

Es que ofender a una puta es
lo peor que puedes hacerle.
Por suerte son muy tolerantes.

Panchito

Panchito 0.

            En el comienzo Panchito no podía ser nombrado. Porque no había nacido. En el comienzo, cuando Panchito vivía todavía, ya existía todo lo demás. El canto, el baile, los agujeros de las balas y las industrias inconclusas de una mente sin recuerdos, porque el comienzo es siempre sin recuerdos. Al comienzo Panchito era nuevo para todo el mundo, y el mundo encontraba la gracia en Panchito; rey de los recién nacidos.

            Los pasos de la noche recorren la conciencia de Panchito, y lo conforman y a su futuro, con cada paso que tantean sus pies en el asfalto.

            Pero los tatuajes de sus realidades ¿Qué piensas Panchito?¿Estás de Rojo o está de Azul? El cielo se pinta en su cabeza, el fuego inunda sus suspiros. Su cuerpo es una cascada que fluye al revés.

            ¿Quién caía Panchito?¿Quién toca la puerta y no tiene la llave de tu corazón?¿La revivirán alguna vez?

            La consolidación y Panchito, se canta la realidad, y Panchito un pentagrama, se baila y Panchito es la pista de baile.

            Desde las afueras, desde las afueras hacia el mar. Panchito corre, goza y sufre, y respira y canta, y que felicidad.

-¡Fluye!; -Descansa.; -¡Fluye!; -Descansa.

            Destruye, destruir es creación cuando es innovación. Panchito escalaba una montaña que se derrumbaba a cada momento en su intento de llegar al sol. Tan pronto se rindió se habría convertido en astro Rey.

            El León entre los hombres.

 

Panchito.

 

Cacha que ya se había vuelto cosa de todos los días verlo a Panchito caminando sólo en algún lugar de la ciudad, autoimponiéndose el tabaco para pasar sus desgracias y para que pasaran las horas y pudiera encontrarse con alguien. Porque todos sabíamos que cuando Panchito salía a caminar solo era para encontrarse con alguien, no le gustaba estar sólo. Después todos pensaban que seguro estaba teniendo problemas con la mina. Esos si que eran tiempos que no te puedes imaginar. Sentías que tus amigos estaban tristes y que uno se estaba volviendo loco, y cada uno de tus amigos sentía exactamente lo mismo, se notaba en cualquier tarde (de esas tardes calcinantes que parecen estar tan cercanas en su distancia), en cualquier tarde donde se conversara de algo altamente inasible para cualquiera que no fuera nosotros, de pronto te sentías bien, sonreías impulsivamente y se desataba el goce colectivo. Como una volá de estar impotente, como una chatarra varada en la existencia, nuestros comentarios eran el brebaje.

 

Panchito 2

 

Panchito se paró, tropezó con un vino, se invitó a tomar. Se dijo que mejor sería quedar como pico y exponerse a la soledad de la ciudad donde era forastero. Al otro día, al amanecer todos los problemas eran un par de ideas, unas palabras simples y básicas, bien sintéticas, esbozadas sobre la náusea de la caña mañanera. Todo seguía igual, había que mejorar. El esbozo se llena de palabras complejas, estructuradas, sobrias, estrictas y serias; bien proclamadas, listas para ser destruidas otra vez.

Panchito invítate a tomar.

 

Panchito 3

 

Esto es Panchito tres. Tres porque es la mejor de Alien, que tanto le gustaba a Panchito cuando los domingos se transformaban en vaginas típicas. Típicas pero bien húmedas, fáciles. En esos domingos era que el tabaco y el vino no pasaban por su deseo y el cielo gris hacia que las cortinas olieran a jubilación, dándole sentido a la anarquía estúpida del ácido en aquella cárcel insecticida. Los domingos Panchito no buscaba, no reía, no mentía. Y su ego intocable cobraba vida propia, vida absoluta, y Panchito lo miraba y miraba Alien y nada, sólo miraba como un lagarto somnoliento, descubriendo paso a paso sus poros y recuerdos. A veces lo interrumpía el teléfono, pero nunca era para él porque el mundo sabía que Panchito y su domingo estaban más allá de su alcance.

A veces extraño a Panchito y los versos que regalaba sin darse cuenta casi, sin pensarlos. A veces extraño la forma opioide en que tomaba su vaso de cerveza, y sus cigarrillos efímeros y constantes. A veces extraño a Panchito, sobre todo los domingos.

 

Panchito y los patos.

 

Panchito es un tipo común, es un guerrero, pero Panchito tiene problemas con las drogas, Panchito tiene problemas con más de un par de mujeres, Panchito es tratado de intimidador, de neohippie. Panchito tiene sentimientos profundos, Panchito toma un LSD, Panchito se toma una chela. Panchito es un mito, Panchito es un niño muy agradable, Panchito es 1 joven no tan popular. Panchito es tratado de místico, Panchito es tratado de materialista. ¡Panchito SÍ tiene sentimientos!

Panchito es grecolatino, apolíneo y dionisiaco a la vez. Panchito es oriental, pero le gusta la cocacola y la coca sola. A veces, Panchito cierra los ojos y no ve nada. Otras, se ve a si mismo haciéndole el amor a sus detractores. La mayoría de las veces ve la ola que casi lo mató.

Panchito es simbólico, Panchito se cuela por tu cuello y te lame tu nuca. Panchito clavó un clavito.

Panchito se llama Francisco, pero le dicen Panchito. A veces le dicen Pancho, y entonces él se enoja. Algunos dicen que es culpa de la marihuana, pero otros saben que no.

Panchito gusta del café con miel, por las mañanas, cuando quiere disfrutar del efecto de un cogolloso poderollo, para así romper la inercia, desatar los sentidos, pensar duro y profundo. Panchito no transa, Panchito está sereno pero con contradicciones, Panchito gusta de existir, Panchito nunca pensó venir al mundo en este formato. Panchito vieja cientos de kilómetros para reconciliarse con su lápiz, Panchito cree que el sur es romántico, después de las 4 am. A la mañana piensa que el sur es el sur, y que el romanticismo es una mierda. Panchito no sabe si amar, Panchito quiere tratar la paz con violencia, Panchito basa su poder en su humilde manera de reírse fumando yerba y tomando café con miel.

Juro por Dios que Panchito se reiría de mi si jurara por Dios. Panchito cree en ideales que murieron en 1800, en 1900, en los sesenta, y también cree que esos ideales son una mierda y se ríe. Panchito se ríe mucho, de hecho, hasta de las magníficas cabezas verdes de los patos. Panchito gusta de la antropología, y obviamente encuentra graciosos y hasta estúpidos a los antropólogos.

Panchito no vino al mundo para actuar de reparto, el fue concebido no para esta simplicidad. Pero Panchito no es un mesías, Panchito no es un símbolo, Panchito no es un profeta, el está muy sobre eso. Panchito es el canto del cisne de la complejidad, en una colina soleada donde viven patos que verdes son sus cabezas.

Cuando llueve, Panchito putea a la lluvia porque la ama. Cuando no llueve, sólo la ama o sólo la putea. A Panchito le gusta la pornografía pero la encuentra fome. Encuentras más entretenidos a los cisnes o a los patos. El problema es que no lo calientan. Panchito ve más porno que patos, pero sobre todo ve más autos que quisiera manejar.

 

Panchito y el sol.

 

            Cuando Panchito bebe, bebe hasta morir o hasta enamorarse. Cuando se droga, se droga hasta morir o hasta olvidarse de la muerte, que es como enamorarse pero al revés. Panchito conoce mucha gente, y toda esa gente o lo admira o lo odia o lo ama, generalmente todo al mismo tiempo; por eso tiene pocos amigos, que beben con Panchito por otras razones y le enseñan cosas que le gustan. Panchito deja impresiones en la gente, con su distancia y su altanería que es sólo distancia. Cuando sale el sol, Panchito se acuerda de sus mujeres y también del bosque que tanto le gusta, ese donde no entra el sol.

            Pero el sol es la paradoja más grande. En lo que respecta a Panchito, el Sol es su padre, pero él mismo es un sol por ser hijo. Panchito brilla tanto que es la oscuridad misma, es una inconcebible mancha de colores inexistentes.

            Cada día nace, cada noche muere. Soy el Sol, soy la luz -eso dicen-, pero además Panchito es el Rayo.

Copa Hebrea.

Podría caminar
solo de la
mano
de un viejo y ácido
vino.
Sólo de la mano
de un viejo y ácido
vino.
Podría verme, verme
morir
o, quizás,
huir.
O quizás no vería
sino sólo
escucharía
   pasos y risas.
O quizás sólo
sabría que
   me esperan
en el vino
tus ojos.

Leo.

Leo sobre poetas,
Sobre eternos,
Sobre cielos,
Sobre sobres.
Sobre mujeres
mujeres eternas
mujeres poetas
mujeres cielo.
Eso dicen los libros,
  árboles convexos, conversos,
que fermentan la 
compañía
y su sabor.

Cuando leo las
estrellas
desplómase a mis
pies
el tiempo que ha
pasado
desde entonces.
Cuando leo las estrellas
soy el que
sueño
entre líneas.
Y miro otra vez a 
los ojos
de una tierra
  que me vió 
nacer
  como sangre
  como pueblo
  como hombre.

Cuando leo las estrellas
cometo el crimen
    de invocar.
Crimen por el que
paga mi padre.
Por el que paga
mi
padre.

Cuando leo
ÉSTAS
estrellas
  me hierve la América,
el África
    y, como excepción,
    la Palestina.

Es que
cuando leo las
estrellas, leo
lo mismo que leí
cuando nací.
yo,
tu
    yo y yo.
lo mismo que leí
y leyó
cada indio puto
    que gritó.
La señora sonríe al vendedor, se saca un zapato -el derecho- de punta redondeada y 3cm de tacón y sale corriendo. Cual coja, con sólo un zapato, con su lado izquierdo 3 cm sobre si misma. Sale de la tienda, cartera bajo el brazo, mas no se aferra a ella, la cartera parece más bien estar adherida naturalmente a su brazo, como si fueran una. La señora corre por la vereda a una hora en que esquivar habilmente a los peatones no requería de mayor talento. Corrió unas 3 cuadras y se detuvo. Se percató de la diferencia de altura de sus secciones izquierda y derecha. Se sacó el otro zapato y esta vez no lo deja en el suelo sino que lo entrega al ser más próximo.
Yo resulté ser el más próximo. Y me encontré de pronto con un zapato casi nuevo en las manos.La señora siguió corriendo descalza por la vereda, con la cartera adherida a la chaqueta adherida a la blusa adherida a la piel. Su trayecto, practicamente una recta perfecta, se vio interrumpido por una fuente. Una de esas con unas pocas monedas que ni alcanzan para una caluga en la esquina, y en vez de sortearla como todos los peatons, la señora Pérez se metió y no salió más. La vi zambullirse, no sé como ya que el agua de la fuente -lo comprobé luego- no me llegaba más arriba de las rodillas. Creo haber sido el único que vio a la señora. Nadie me creyó, a pesar de que les mostraba el irrefutable zapato.
Cada vez que cuentan anécdotas me piden que saque el viejo zapato huacho de mi closet y 'cuente mi viejo cuento' de la señora. Quizás lo publique y cobre derechos de autor. Si ella vuelve, le devuelvo el zapato y un 50%. Lo juro.

26.10.08

Desvarios

Más allá del rayo,
no puedo pensar
y estoy esperando el alba
cayado, como las gaviotas
águilas del mar.

Frente a los edificios, arreboles prohibidos
y frente a mi una dama con su mano a todas luces
¿es correcto afirmar lo que veo? ¿puedo dejar que la gente sea libre?

Puede haber algo mejor,
frente a mis ojos, mi mente calcinada
vuela sin alas, y recorre el inframundo
escudado por su propia luz invisible.

No existe, creo ahora, una mejor sensación
que ver las primeras luces
de mi querida Concepción
junto a mis amigos, junto a mis amigas
junto a cada insomne melacólico lleno de alegría
y sin ganas de partir en unos piés que ya caminan.

A todos ellos, las gracias.

25.10.08

El Pachito prohibido

un sacrilegio, pero va...

¿Qué le preguntaría a Pachito si supiera que me contestaría cómo solía hacerlo ayer? Ayer, cuando se paseaba sonriente entre nosotros, con esa especie de inocencia poética que a veces nos molestaba y nos parecía pueril y llena de arrogancia, pero que al fin y al cabo era él mismo y nada más. Y no puedes ser tú mismo sin molestar inevitablemente a alguien. Porque Pachito ya no habla. Con nadie, quizá ni con el mismo. La verdad es que no sé que le hubiera preguntado a Pachito en esos tiempos, no se me ocurre nada. Pero sé que cosas me hubiera preguntado él si hubiéramos tenido un poco más de tiempo para conversar. Irnos en la volaa. Hubieran sido cosas cómo “¿Dónde esconde la realidad sus sorpresas? ¡Por favor dímelo! Ya me cansé de buscar, quiero que me lo digan, no me importa hacer trampa”. Sí, Pachito era como un niño inmaduro, como un niño que se picaba con la realidad de la misma forma que un niño se pica con sus padres cuando lo obligan a prestar sus juguetes. Ay, Pachito, de verdad que nosotros nunca te ocultamos ese secreto que decidiste era tan imprescindible para ti. Quizá tampoco lo expresamos, está bien, pero es que no es tan así, no es tan así… No tenías para que seguir recorriendo a ciegas, como un burro azuzado quién sabe por qué (o por quién) esos caminos falsos que habías levantado con tus abstracciones. Estabas orgulloso al principio, nos lo decías hasta el hartazgo. Pero sabías que eran peligrosos y tú quisiste perderte. Y qué le ibas a hacer de todas formas, no sé para qué te digo estas cosas. El secreto es que a todos les pasa, Pachito, así de sencillo. Es como con el alcohol: si te sientes mal, vomitas y te vas a dormir. Pero emborracharse más, no se puede. Eso habría que haberle dicho a Pachito ahora que lo pienso. Al mismo Pachito que se creía poeta maldito, posmoderno insufrible, hijo de todas las mujeres, perseguidor de ese mundo que se le escapaba de las manos siempre. Condenado a ser la materia inerte abandonada a las mareas de una existencia que no parece la suya, de un tiempo anclado, una ciudad azul, multitudes y multitudes anónimas llevando paraguas por si llueve y los amigos del sábado, que se mutilaban tan plenamente. A ese pachito habría que habérselo dicho, no al Pachito de ahora que, por lo demás, ya se fue, pero que todavía se sigue yendo. Un día Pachito se estrelló adrede contra la realidad y la quebró en mil pedazos. Entonces, se fue por el agujero que había hecho, ligero y con sus maletas vacías. Pachito se fue. Pero sigue ahí, todavía lo encuentro caminando por las mismas calles de siempre, fumando luckies corrientes, tomando té a las cuatro de la mañana o durmiendo borracho en un sillón, pero todos sabemos que Pachito ya se fue.









Bonus Track
(adelantar un poco después de la última canción para descubrir la cancion oculta)


Y se fue, pero para los demás sigue aquí. Los demás que tanto lo quieren y lo necesitan, lo miran y lo envidian, lo quieren tocar.
Panchito sólo espera el día en que por fin cierre los ojos y pueda encontrar la paz. Pero no tiene prisa, Panchito es un maestro del ir y volver, es un hombre santo- pero no deja de ser un hombre- Panchito es el rayo - - es la propia voluntad. Por eso no tiene miedo de llorar, y de besar, y de acompañar, y de estar sólo.
Panchito ya no quiere nada, ni siquiera descansar, es por eso que no tiene prisa ni miedo de vivir. Panchito es el miedo y la luz que es el amo de la muerte. (Panchito se casará con todos los colores).

18.10.08

I

Vamos a hablar, no callemos más nuestras palabras, de verdad ha llegado la hora, el minuto, el momento.

Las sonrisas no son necesarias para comprender esta llana realidad. Nuestra vida es una novela también, solo que nadie se ha dado la paja de escribirla.

No hay nada que el humano nos pueda decir que no provenga de su propia experiencia en la tierra, de su propia vida.

Por lo tanto tenemos que aprender a aceptar el hecho de que si bien hay gente que es conocida por muchos y que ha significado un gran aporte a la humanidad, esas personas solo dieron a la humanidad lo que su paso por la tierra significó.

Por citar algunos: Freud, Darwin, Kant. Ellos no plantearon lo que significó

Es por eso que cada uno de nosotros tiene la misma posibilidad que tuvieron al momento de comenzar: Marx, Sartre, Breton, Levi-Strauss, incluso Nietzsche o el mismo Aristóteles de significar un hito en la historia de la existencia humana debido a que todos ellos en algún momento fueron jóvenes como nosotros que simplemente tenían dudas e ideas. Ellos no plantearon la genialidad de una vez por todas, sus obras les llevaron toda una vida (y es que les costo toda la vida el tener que aprenderlas), es por eso que no podemos darnos el lujo de decirle a quienes nos rodean “quién eres tú para decir eso?!” Y negarles a los demás la única instancia que tienen para hacer algo por y para la humanidad, que es su vida.

La vida es la única oportunidad que tenemos para tocar la vida de los demás, para llegar a ser un Mozart o un Bethoveen, la única oportunidad que tenemos para llegar a ser como ellos, es la vida, y debemos admitir además que otras personas también pueden llegar a ser tan grandes o más grandes que Mozart o Bethoveen, y por ende más que nosotros mismos y eso no significa que seamos mejores o peores que ellos, porque al final fuimos:

1) Los que tuvieron la oportunidad de ser grandes y lo fueron.

2) Los que vieron la oportunidad de otros y vieron lo grandes que fueron, y los disfrutaron al máximo.

Tal es la calma que podemos llegar a sentir cuando nos damos cuenta de que no se necesita ser ni Mozart ni Bethoveen para disfrutar con la música que ellos tocaban.

Que en cada nota que Romanov soltaba de sus dedos, nosotros éramos el instante inmediato, el que crea el sonido, la división del silencio.


Así que, puedes quedarte escuchando o creando, you choose.

17.10.08

Atropello.

Mirando como se desprenden del aire los gritos que hace tres mil años nadie escuchó a las puertas de Troya, ni nadie emitió en la orilla del Sena. ¿Y esos aqueos cuyo nombre no llegó a los oídos fantásmicos fantásticos fantasiosos de los niños? ¿Y esos aqueos que no alcanzaron a ver a Aquileo corriendo por las playas? ¿Y esos inútiles aqueos que cuidaban a las esposas y las violaban y las devoraban y las aban? Nada más para los aqueos ni para el pequeñísimo mayordomo pigmeo que creo que le llevaba el desayuno con pan rancio a Napoleón varado en el Cairo, nada para el Mameluco que asesinó el primer francés ni nada para el indio, Dios lo tenga en lugar de honor, que tuvo la estúpida osadía de ser el primer anónimo anoréxico testigo que descubrió a Colón como un puntito color nieve en una casa que era como tres árboles y unas cruces rojas y más encima sobre el agua. Nada para nadie. Y por eso, justamente, morimos de hambre; porque los héroes son pocos, son malditos, y son poco malditos.

            ¿Dónde busco la curva del tiempo que deja ocultos los epítetos que merecen tu y mi madre? ¿Dónde se pudre el minutero y fermente en cerveza sin alcohol? ¿Dónde respira agonizante la muerte, donde toma su whiskey bourbon de camellos? La gente se sube al sol sin pagar pasaje, insulta al conductor y se baja al mediodía. Yo hago lo mismo pero me bajo más cerca del mar, y entonces los monstruos. Yo hago lo mismo pero es porque decidí que la Luna es mucho hoyo y poco espíritu. Me gustan las cosas completas, ¿sabes?, yo no. Anoche miré, a propósito, la luna, y no estaba. Recordando entonces las mentiras vi como las cartas de algodón eran repetidísimas liturgias y apurados desayunos. No me gustaría morir hoy día, pensaba, y era como no saber cuando me parió la puta madre. ¿Y si me engañó, y yo no he nacido todavía? Por eso los gritos aqueos, quizás mañana salga de un útero podrido de sífilis y Peleo me nombre Aquiles. O Aquiles me nombre Rómulo y se sepa toda la verdad.

16.10.08

Tatuando cerdos

Hoy desperté tatuando cerdos
Tatuando cerdos comprendí la realidad
Alimento a mis cerdos para que engorden
Mientras ellos comen, me pongo a filosofar
Es increíble como el calor del fuego llega mas arriba de la llama
No me quiero enamorar, me voy a drogar
Mis cerdos van a engordar
Destrozamos las pieles de los cerdos
Mis cerdos ya engordaron, los voy a carnear
Y al final todos eramos cerdos un pseudos concepto.

14.10.08

Castillos de humo.

No existe mucha gente
que mitigue la soledad
mejor que una botella.
Tampoco mucha gente
que evoque la nostalgia
como lo harias tu.

Los cigarrillos de verdad
no matan. Los que matan
son los del vicio.
Fumar solo no mata
Porque solo se fuma
en serio. Solo,
el tabaco no sabe
a triunfo. Solo,
el tabaco dice
lo que debe decir.

Anoche este lugar
era todo mi casa.
Hoy solo tus ojos.
También tuve este
lugar en mis manos.
Hoy solo mis ojos.

Los cigarrillos de verdad
abrirán siempre la misma
herida. Son ellos
los que te recuerdan.
La nostalgia solo,
la nostalgia acompañado.
Que no me quiten
la nostalgia, 
el resto de ti 
ya lo perdi entero.

Entonces, les pido,
no me quiten
la nostalgia.

...

Ñuñoa

Suena el timbre, ladra el perro,
suena el teléfono
Y nadie contesta,
Hay que regar el pasto
y charlar con los vecinos
pam! La primera reja se cierra
Luego la segunda y la puerta principal,
Tenemos visita!
Todo el impulso eufórico calentando la sangre,
Perdiéndose en una maldita migraña
Saciada de información,
Entre el canto de un pajarito
Que vive en un arbolito
Que seguramente fue plantado por la municipalidad
Para que la comuna fuera un poco más verde.

Canutos

Somos canutos
Nos molesta el humo de cigarrillo
Y dentro de la casa no se puede fumar
Los fumadores serán crucificados.

Bebemos como adultos,
Mientras charlamos sobre
lo bello que es filosofar,
No nos embriagamos, ni nos entonamos
Somos canutos.

Despertamos cantando todos los días,
Optimistas por el porvenir
Y optimistas por nosotros,
Mientras tú te flagelas en un rincón.

Puedes desaparecer, da lo mismo,
tu presencia nos deprime,
O puedes venir con nosotros,
Y unirte a nosotros, los canutos.

Somos canutos y que wea.

STALIN COMO TEORICO[1]



15 de julio de 1930

El balance del campesino

En su informe programático ante la conferencia de agrónomos marxistas (27 de diciembre de 1929), Stalin habló detenidamente sobre la posición de la “Oposición Trotsky-Zinoviev” que sostiene “que, en realidad, la Revolución de Octubre no le trajo beneficio alguno al campesinado”. Es probable que a los asistentes, aun a los más respetuosos, este invento les haya parecido demasiado grosero. Sin embargo, en bien de la claridad, conviene que citemos más extensamente sus palabras: “Tengo en mente la teoría que sostiene que la Revolución de Octubre le trajo al campesinado menos beneficios que la Revolución de Febrero; que, en realidad, la Revolución de Octubre no le trajo ningún beneficio.” Stalin atribuye el origen de esta teoría al economista estadístico soviético Groman*, conocido ex-menchevique, y luego agrega: “Pero la Oposición Trotsky-Zinoviev hizo suya esta teoría y la empleó contra el partido.” La teoría de Groman sobre la Revolución de Febrero y la de Octubre nos resulta totalmente desconocida. Pero, para el caso, Groman no tiene la menor importancia; se le menciona como ardid para cubrir las huellas.
¿Cómo podía la Revolución de Febrero resultar más beneficiosa para el campesino que la de Octubre? ¿Qué le dio la Revolución de Febrero al campesino, aparte de la liquidación superficial, y por lo tanto absolutamente inestable, de la monarquía? El aparato burocrático quedó intacto. No se le entregó la tierra al campesino. Lo que sí se le entregó fue la continuación de la guerra y la certeza de un aumento de la inflación. Quizás Stalin conozca algún otro regalo de la Revolución de Febrero al campesino. Nosotros no. La razón por la cual la Revolución de Febrero debió ceder ante la de Octubre es que engañó completamente al campesinado.
Stalin vincula la supuesta teoría de las ventajas de la Revolución de Febrero sobre la de Octubre a la idea de “las llamadas tijeras”. Con ello revela completamente el origen y los objetivos de sus maquinaciones. Como demostraré inmediatamente, Stalin polemiza conmigo. Sólo que en aras de su maniobra, para mejor camuflar sus distorsiones más groseras, se oculta detrás de Groman y de la anónima “Oposición Trotsky-Zinoviev” en general. La verdadera esencia del problema reside en lo siguiente. En el XII Congreso del partido (primavera de 1923), demostré por primera vez que existía una brecha amenazante entre los precios industriales y agrícolas. En mi informe, llamé a este fenómeno “tijeras de los precios”. Advertí que la rémora de la industria, en caso de continuar, seguiría abriendo las tijeras y que éstas podrían romper los hilos que unen al proletariado con el campesinado.
En el Pleno del Comité Central de febrero de 1927, al referirme a la cuestión de la política de precios, traté de demostrar por enésima vez que las frases generales como “de cara a la aldea” soslayaban la esencia del problema, y que, desde el punto de vista de la alianza con el campesino, la solución de fondo residía en la correlación de los precios de los productos agrícolas e industriales. El problema del campesino es que le resulta difícil tener una visión a largo plazo. Pero ve muy bien lo que tiene bajo los pies, se acuerda perfectamente de lo sucedido ayer y es capaz de hacer el balance de su intercambio de productos con la ciudad que, para él, constituye en cualquier momento dado el balance de la revolución. La expropiación de los terratenientes libró al campesino de pagar una suma de quinientos a seiscientos millones de rublos. Esta es una conquista clara e incontrovertible que el campesinado obtuvo de la Revolución de Octubre, no de la de Febrero.
Pero junto con esta enorme cifra positiva, el campesino observa con toda claridad la magnitud negativa que le ha traído esta misma Revolución de Octubre. Esta consiste en el excesivo aumento de los precios de los productos industriales, en comparación con los de antes de la guerra. Se entiende que si el capitalismo se hubiera mantenido en pie en Rusia, las tijeras de los precios indudablemente existirían: es un fenómeno mundial. Pero, en primer lugar, el campesino no lo sabe. Y en segundo lugar, las tijeras en ningún lugar del mundo se abrieron tanto como en la Unión Soviética. Las grandes pérdidas que sufre el campesino debido al aumento de los precios son de carácter temporal, reflejan el período de “acumulación primitiva” de la industria estatal. Es como si el estado proletario le pidiera prestado al campesinado para devolverle con creces después.
Pero todo esto pertenece al dominio de las consideraciones teóricas y los pronósticos históricos. Los pensamientos del campesino son, en cambio, empíricos y se apoyan en los hechos a medida que se producen. “La Revolución de Octubre me libró de pagar quinientos millones de rublos en concepto de arriendo” -piensa el campesino-. “Les estoy agradecido a los bolcheviques. Pero la industria estatal me quita mucho más de lo que me quitaban los capitalistas. Algo anda mal con los comunistas.” En otras palabras, el campesino hace su balance de la Revolución de Octubre combinando sus dos etapas fundamentales: la democrática agraria (bolchevique) y la socialista industrial (“comunista”). La primera le brindó un beneficio, neto e incontrovertible. La segunda le trajo una pérdida neta y hasta la fecha bastante mayor que el beneficio. El balance negativo de la Revolución de Octubre, que constituye la base de todos los desacuerdos entre el campesino y el poder soviético, está, a su vez, muy íntimamente ligado a la situación aislada de la Unión Soviética en la economía mundial.
Casi tres años después de las viejas polémicas, Stalin, para desgracia suya, vuelve sobre el problema. Puesto que su hado es repetir lo dicho por otros y, al mismo tiempo, le preocupa su “independencia” personal, se ve obligado a echar una ansiosa mirada retrospectiva sobre el pasado de la “Oposición trotskista” y... cubrir las huellas. Cuando se planteó por primera vez la cuestión de las “tijeras” entre la ciudad y la aldea, Stalin no supo entender el problema; durante cinco años (1923-1928) consideró que el peligro residía en que la industria avanzara demasiado, en lugar de quedarse atrás. Para ocultarlo de alguna manera, en su informe murmura de manera incoherente sobre los “prejuicios burgueses [!!!] respecto de las llamadas tijeras”. ¿Dónde está el prejuicio? ¿En qué sentido es burgués? Pero Stalin no tiene la menor obligación de responder a estas preguntas, porque nadie se atreve a plantearlas.
Si la Revolución de Febrero le hubiera entregado la tierra al campesinado, la Revolución de Octubre, con sus tijeras, no habría podido subsistir ni durante dos años. Dicho más correctamente: la Revolución de Octubre no habría tenido lugar si la Revolución de Febrero hubiera sido capaz de solucionar los problemas democráticos agrarios fundamentales mediante la abolición de la propiedad privada de la tierra.
Ya nos referimos al hecho de que en los primeros años que siguieron a la Revolución de Octubre el campesino trató obstinadamente de diferenciar a los comunistas de los bolcheviques. Estos eran reconocidos, precisamente porque hicieron una revolución agraria con una audacia jamás vista. Pero el mismo campesino estaba descontento con los comunistas, ya que éstos, luego de tomar en sus manos las fábricas y los talleres, le entregaban las mercancías a precios elevados. En otras palabras, el campesino era partidario ferviente de la revolución agraria de los bolcheviques pero manifestaba miedo, dudas, e incluso en algunas ocasiones una franca hostilidad, hacia los primeros pasos de la revolución socialista. Sin embargo, muy pronto el campesino hubo de entender que el bolchevique y el comunista eran la misma persona.
En febrero de 1927 me referí a esta cuestión ante el Pleno del Comité Central de la siguiente manera: con la liquidación de los terratenientes obtuvimos un amplio crédito, tanto político como económico, del campesinado. Pero este crédito no es permanente ni inagotable El problema se resuelve en la correlación de precios. Sólo la aceleración de la industrialización por un lado, la colectivización de la economía campesina por el otro, pueden producir una correlación de precios más favorable para el campo. En caso contrario, los beneficios de la revolución agraria serían acaparados enteramente por el kulak, mientras que las tijeras afectarán muy negativamente a los campesinos pobres. Se acelerará la diferenciación en el campesinado medio. El resultado es uno solo: el derrumbe de la dictadura del proletariado. “Este año -dije- el mercado interno recibirá mercancías por un valor de sólo ocho mil millones de rublos (a precio minorista) [...] la aldea recibirá la mitad menos uno de las mercancías y pagará alrededor de cuatro mil millones de rublos. Supongamos que el índice industrial al por menor sea el doble del que existía en la preguerra, como informó Mikoian [...] El balance (del campesino): ‘La revolución agraria democrática me dio, aparte de todo lo demás, quinientos millones de rublos anuales (abolición del arriendo y rebaja de los impuestos). La revolución socialista liquidó con creces esta ganancia mediante un déficit de dos mil millones de rublos. Es obvio que el balance arroja un déficit de mil quinientos millones de rublos’.”
En la sesión nadie dijo una sola palabra en contra de esto, pero Iakovlev, actual comisario del pueblo de agricultura pero a la sazón sólo un empleado encargado de hacer estadísticas especiales, recibió el encargo de refutar mis cifras por cualquier medio. Iakovlev hizo todo lo que pudo. Con sus correcciones y modificaciones honestas y deshonestas, se vio obligado al día siguiente a reconocer que el balance de la Revolución de Octubre en el campo arrojaba un déficit. Veamos una cita textual:
“Los beneficios derivados de la rebaja de impuestos directos equivalen, en comparación a la época de la preguerra, a aproximadamente seiscientos treinta millones de rublos [...] En el transcurso del año anterior el campesinado perdió aproximadamente mil millones de rublos, como consecuencia de haber adquirido productos manufacturados no de acuerdo al índice del ingreso campesino sino de acuerdo al precio al detalle de dichos productos. El balance desfavorable equivale aproximadamente a cuatrocientos millones de rublos.”
Queda claro que las cifras de Iakovlev confirmaron, en lo esencial, mi evaluación: el campesino obtuvo grandes beneficios de la revolución democrática de los bolcheviques pero hasta el momento sufre pérdidas que superan esa ganancia. Yo deduje un déficit de alrededor de mil quinientos millones; Iakovlev dedujo uno de menos de quinientos millones. Sigo creyendo que mi cifra, a la que de ninguna manera considero exacta, se acerca mucho más a la realidad que la de Iakovlev. La diferencia entre ambas cifras es importante. Pero de ninguna manera cambia mi conclusión fundamental. Las enormes dificultades que surgieron durante la recolección de granos confirmaron que mi evaluación era la más inquietante. Es realmente absurdo pensar que la huelga de granos de los estratos superiores del campo obedeció a causas puramente políticas, es decir, a la hostilidad del kulak hacia el poder soviético. El kulak es incapaz de hacer semejante despliegue de “idealismo”. Si no puso el grano a la venta, se debió a que el intercambio le resultaba desventajoso debido a las tijeras. Por eso el kulak logró arrastrar también al campesino medio.
Estas evaluaciones son aproximadas, globales. Se pueden y deben desdoblar los distintos rubros del balance en relación a los tres sectores básicos del campesinado: los kulaks, los campesinos medios y los campesinos pobres. Sin embargo, en ese momento -principios de 1927- las estadísticas oficiales, elaboradas bajo la guía de Iakovlev, ignoraban o minimizaban deliberadamente la diferenciación en el campo y la línea de Stalin-Rikov-Bujarin iba dirigida a la protección del campesino “poderoso” y a combatir al campesino pobre “holgazán”. De esta manera, el balance deficitario resultaba especialmente oneroso para los estratos inferiores del campesinado. No obstante -preguntará el lector-, ¿de dónde sacó Stalin la idea de comparar la Revolución de Octubre con la de Febrero? Es una pregunta pertinente. Stalin, a quien el pensamiento teórico, abstracto, le resulta totalmente inaccesible, hizo su propia y vaga interpretación del contraste que yo había trazado entre las revoluciones democrático-agraria y socialista-industrial. Simplemente resolvió que revolución democrática quería decir Revolución de Febrero. Aquí debemos hacer un alto, porque esta vieja y tradicional falta de comprensión de las relaciones recíprocas de las revoluciones democrática y socialista que demuestran Stalin y sus colegas, que conforma todo el fundamento de su lucha contra la teoría de la revolución permanente, ya provocó grandes desastres, sobre todo en China y la India, y sigue siendo una fuente de errores funestos hasta el día de hoy. La actitud de Stalin hacia la Revolución de Febrero de 1917 fue esencialmente la de un demócrata de izquierda, no la de un revolucionario internacionalista proletario. Toda su conducta hasta la llegada de Lenin lo avala. Según Stalin, la Revolución de Febrero fue y, como vemos, sigue siendo, una revolución “democrática” por excelencia. Fue partidario de apoyar al primer Gobierno Provisional, cuyo jefe era un terrateniente nacional-liberal, el príncipe Lvov; su ministro de guerra, el empresario industrial nacional-conservador Guchkov[2]; y su ministro de relaciones exteriores, el liberal Miliukov. Para explicar ante una conferencia del partido celebrada el 29 de marzo de 1917 la necesidad de dar apoyo al Gobierno Provisional burgués-terrateniente, Stalin dijo: “El poder está repartido entre dos organismos, ninguno de los cuales tiene primacía absoluta. Se han repartido los papeles. El soviet tomó la iniciativa en todas las transformaciones revolucionarias, es el líder revolucionario del pueblo en rebelión, el organismo que construye el Gobierno Provisional. El Gobierno Provisional, de hecho, ha tomado el papel de consolidador de las conquistas del pueblo revolucionario [...] En la medida en que el Gobierno Provisional consolida las conquistas de la revolución, en esa medida, debemos apoyarlo.” El gobierno burgués, terrateniente y totalmente contrarrevolucionario de “Febrero” no era para Stalin un enemigo de clase sino un colaborador con el que había que dividirse el trabajo. Los obreros y los campesinos harían las “conquistas”, la burguesía las “consolidaría”. Todos juntos constituirían la “revolución democrática”. La fórmula de Stalin era la de los mencheviques. Todo esto Stalin lo dijo un mes después de la Revolución de Febrero, cuando el carácter del Gobierno Provisional ya debía resultar patente hasta para un ciego, ya no apoyándose en una visión marxista sino en los hechos políticos.
Como el curso posterior de los acontecimientos lo demostró, Lenin no convenció realmente a Stalin sino que lo hizo a un lado. Stalin construyó toda su lucha posterior contra la revolución permanente sobre la separación mecánica de la revolución democrática y la construcción del socialismo. No ha comprendido que la Revolución de Octubre fue al principio una revolución democrática y que, solamente por eso, pudo realizar la dictadura del proletariado. Adaptó el balance que yo hice de las conquistas democráticas y socialistas de la Revolución de Octubre a su propia concepción. Luego pregunta: “¿Es cierto que la Revolución de Octubre no le trajo beneficios a los campesinos?” Tras afirmar que gracias a la Revolución de Octubre los campesinos se sacudieron el yugo de los terratenientes (¡vean ustedes qué novedad!), Stalin concluye: “Después de esto, ¿cómo puede decirse que la Revolución de Octubre no le trajo beneficios a los campesinos?”
¿Después de esto -preguntamos nosotros- cómo puede decirse que este “teórico” tiene siquiera un gramo de conciencia teórica? El balance desfavorable de la Revolución de Octubre para el campo es, por supuesto, circunstancial y transitorio. Para el campesino, la importancia de la Revolución de Octubre reside en que sentó las premisas para la reconstrucción socialista de la agricultura. Pero esto es cosa del futuro. En 1927, la colectivización seguía siendo totalmente tabú. En cuanto a la colectivización “total”, nadie pensaba siquiera en ella. Sin embargo, Stalin la incluye en su disquisición. “Hoy, después del desarrollo acelerado del movimiento colectivista agrario -nuestro teórico trasplanta el futuro al pasado- los campesinos pueden [...] producir mucho más que antes con el mismo trabajo.” Y nuevamente: “Después de todo esto [!], ¿cómo puede decirse que la Revolución de Octubre no le trajo ganancias al campesinado? ¿No es evidente que quienes afirman semejantes falsedades obviamente calumnian al partido y al poder soviético?” Las palabras “falsedades” y “calumnias” son muy pertinentes, como puede comprobarse. Sí, existen ciertas personas que “obviamente calumnian” a la cronología y al sentido común.
Como vemos, Stalin profundiza sus “falsedades” al pintar un panorama en el que la Oposición no sólo exagera sobre la Revolución de Febrero a expensas de la de Octubre, sino incluso le niega a ésta la capacidad de mejorar la situación del campesino en el futuro. ¿Quiénes son los necios, permítasenos preguntar, a los que va dirigido todo esto? ¡Mil perdones, honorable profesor Pokrovski! Al plantear una y otra vez el problema de las tijeras económicas de la ciudad y la aldea, a partir de 1923, la Oposición buscaba un objetivo concreto, que ahora nadie puede discutir: obligar a la burocracia a comprender que la lucha contra el peligro de desunión no debe librarse con consignas edulcoradas tipo “de cara a la aldea”, etcétera, sino mediante la aceleración del ritmo de desarrollo industrial y una enérgica colectivización de la economía campesina. En otras palabras, nosotros planteamos tanto el problema de las tijeras como el del balance campesino de la Revolución de Octubre, no para “desacreditar” -valga la “terminología”- a ésta, sino para obligar a la burocracia complaciente y conservadora, con el acicate de la Oposición, a aprovechar las posibilidades económicas inconmensurables que la Revolución de Octubre creó.
En lugar del curso oficial burocrático-kulak de 1923-1928, expresada en el trabajo legislativo y administrativo cotidiano, en la nueva teoría y, sobre todo, en la persecución a la Oposición, ésta propuso, a partir de 1923, una política orientada hacia la aceleración de la industrialización y, a partir de 1927, tras los primeros éxitos de la industrialización, la mecanización y colectivización de la agricultura.
Volvamos al programa de la Oposición, que Stalin oculta pero del que extrae sus retazos de sabiduría: “Es necesario detener el incremento de la propiedad privada en el campo mediante un desarrollo más acelerado del cultivo colectivo. Es necesario subsidiar, sistemáticamente y año tras año, los esfuerzos de los campesinos pobres por organizarse en granjas colectivas.” [La verdadera situación en Rusia, pág. 68.]
“Se deben destinar fondos mucho más amplios para la creación de granjas colectivas y estatales. Hay que acordar las máximas concesiones a las granjas colectivas recientemente organizadas y a toda otra forma de colectivización. Las personas desprovistas de derechos electorales no pueden integrar las propiedades colectivas. Todo el trabajo de las cooperativas debería estar imbuido de la necesidad de transformar la producción en pequeña escala en producción colectiva a gran escala[...]. El trabajo de reparto de la tierra debe realizarse exclusivamente a expensas del Estado, y se otorgará primacía a las granjas colectivas y de los pobres, cuidando al máximo sus intereses.” [ídem, pág. 71.]
Si la burocracia no hubiera vacilado bajo la presión de la pequeña burguesía, si a partir de 1923 hubiera puesto en práctica el plan de la Oposición, el balance de la revolución, tanto el proletario como el campesino, sería hoy infinitamente más favorable.
El problema de la smytchka es el problema de las relaciones entre la ciudad y el campo. Tiene dos componentes, mejor dicho, se lo puede enfocar desde dos ángulos distintos: a) las relaciones entre la industria y la agricultura; b) las relaciones entre el proletariado y el campesinado. Estas relaciones, que en la economía de mercado asumen la forma del intercambio de mercancías, se expresan en las fluctuaciones de los precios. La correlación entre los precios del pan, el algodón, la remolacha, etcétera, por un lado, y los precios de las telas, el querosene, los arados, etcétera, por el otro, constituye el índice decisivo para evaluar las relaciones entre la ciudad y la aldea, la industria y la agricultura, los obreros y los campesinos. Por lo tanto, el problema de las “tijeras” de los precios industriales y agrícolas sigue siendo, también en este período, el problema económico y social más acuciante que enfrenta el sistema soviético en su conjunto. Ahora bien, ¿cómo evolucionaron las tijeras de los precios en el período entre los dos últimos congresos, es decir, en dos años y medio? ¿Se cerraron o, por el contrario, siguieron abriéndose?
En vano buscaríamos una respuesta a este interrogante central en el informe de diez horas que Stalin presentó ante el congreso partidario. Este hizo del informe principal del congreso un cúmulo de cifras departamentales, un libro de estadísticas burocráticas, sin intentar extraer una sola generalización marxista de los datos aislados, para nada digeridos por él, que obtuvo de los comisariados, secretariados y otras oficinas.
¿Se cierran las tijeras de los precios industriales y agrícolas? En otras palabras, ¿se revierte el balance de la revolución socialista, que hasta el momento era deficitario para el campesino? En la economía de mercado -de la que no nos hemos librado ni lo haremos por mucho tiempo- el cierre o apertura de las tijeras es de una importancia decisiva para evaluar los éxitos logrados y controlar la corrección o incorrección de los planes y métodos económicos. El solo hecho de que el informe de Stalin no diga una palabra al respecto es en extremo alarmante. Si las tijeras estuvieran en proceso de cierre, no faltarían especialistas en el departamento de Mikoian que, sin la menor dificultad, expresarían dicho proceso en estadísticas y gráficos. Stalin no tendría más que mostrar el diagrama, es decir, mostrarle al congreso unas tijeras cuyas hojas se cierran. Toda la parte económica del informe tendría su eje, pero lamentablemente éste falta. Stalin soslayó el problema de las tijeras.
Las tijeras internas no son el índice definitivo. Existen otros índices, más “elevados”: las tijeras de los precios internos e internacionales. Estas comparan la productividad del trabajo en la economía soviética con la productividad del trabajo en el mercado capitalista mundial. En este terreno como en tantos otros, el pasado nos legó una pesada herencia de atraso. En la práctica, la tarea planteada para los próximos años no es “alcanzar y sobrepasar” -¡desgraciadamente, nos falta mucho para eso!- sino, mediante la planificación, cerrar las tijeras entre los precios internos y los mundiales. Esto sólo puede lograrse mediante el acercamiento sistemático de la productividad del trabajo en la URSS a la productividad del trabajo en los países capitalistas avanzados. Y requiere, a su vez, planes que no sean estadísticamente máximos sino económicamente favorables. Cuanto más repiten los burócratas la audaz consigna de “alcanzar y sobrepasar”, más se obstinan en ignorar los coeficientes exactos de comparación de las industrias socialista y capitalista o, en otras palabras, el problema de las tijeras de los precios internos y mundiales. Y el informe de Stalin tampoco dice una palabra al respecto. El problema de las tijeras internas no podría considerarse abolido sino en el marco de la abolición real del mercado; el problema de las tijeras extranjeras, solamente en el marco de la liquidación del capitalismo mundial. Como sabemos, en el momento de rendir su informe agrícola Stalin se preparaba para mandar “al diablo” a la NEP. Pero en los seis meses siguientes cambió de opinión. Como de costumbre, su informe ante el congreso atribuye a los “trotskistas” su intención no realizada de liquidar a la NEP. Los hilos blancos y amarillos con que está urdida esta trama son tan visibles que el informe de esta parte del discurso no se atreve a registrar el menor aplauso.
Lo que le ocurrió a Stalin con el mercado y con la NEP es lo que generalmente les sucede a los empíricos. Confundió su propio cambio radical de opinión, fruto de la presión externa, con un cambio radical en la situación de conjunto. Una vez que la burocracia resolvió combatir resueltamente al mercado y al kulak en lugar de adaptarse pasivamente a ellos, éstos dejaron de existir en las estadísticas y en la economía. La empiria es, en la mayoría de los casos, la precondición para el subjetivismo y, tratándose de la empiria burocrática, se convierte inexorablemente en premisa para los “virajes” periódicos. En este caso, el arte de la dirección “general” consiste en convertir los virajes en otros más estrechos y distribuirlos en forma igualitaria entre los subordinados, llamados ejecutores. Al final, se atribuye el viraje general al “trotskismo” y el problema está resuelto. Pero no nos desviemos del tema. La esencia de la NEP, a pesar de los cambios radicales en la “esencia” de los pensamientos de Stalin al respecto, reside como siempre en las relaciones económicas entre la ciudad y la aldea, determinadas por el mercado. Si la NEP sigue en práctica, las tijeras de los precios agrícolas e industriales siguen siendo el criterio más importante para la política económica.
Sin embargo, seis meses antes del congreso escuchamos a Stalin calificar la teoría de las tijeras de “prejuicio burgués”. Esta es la manera más simple de salir de la situación. Si se le dice a un curandero de aldea que el gráfico de la temperatura constituye uno de los índices más importantes del estado de salud o enfermedad de un organismo, difícilmente lo creerá. Pero si aprende algunas palabras difíciles y, para peor, aprende a llamar a su curanderismo “medicina proletaria”, lo más probable es que califique al termómetro de prejuicio burgués. Si este curandero tiene el poder en sus manos, para evitar un escándalo romperá el termómetro sobre una piedra o, peor aún, sobre la cabeza de alguien.
En 1925 se declaró que la diferenciación en el seno del campesinado soviético era un prejuicio de los generadores de pánico. Iakovlev recibió el encargo de ocupar el departamento central de estadística, reunir los termómetros y romperlos. Pero, desgraciadamente, la eliminación de termómetros no significa el fin de los cambios de temperatura. El resultado es que se producen procesos orgánicos ocultos que toman desprevenidos tanto a los médicos como a los enfermos. Eso es lo que ocurrió durante la huelga de cereales del kulak, quien surgió de improviso como el personaje central en el campo y obligó a Stalin a efectuar, el 15 de febrero de 1928 (véase Pravda de esa fecha), un giro de ciento ochenta grados. El termómetro de los precios no es menos importante que el termómetro de la diferenciación en el campesinado. Después del Duodécimo Congreso del partido, donde por primera vez se empleó y explicó el término “tijeras”, todos comprendieron su importancia. En los tres años siguientes, las tijeras aparecían invariablemente en los Plenos del Comité Central, en conferencias y congresos, precisamente como la curva fundamental de la temperatura económica del país. Pero después comenzaron a desaparecer gradualmente y, por fin, a fines de 1929, Stalin las declaró... “un prejuicio burgués”. Como pudo romper oportunamente el termómetro, Stalin no tuvo que presentarle al Decimosexto Congreso del partido la curva de la temperatura económica. La teoría marxista es un arma del pensamiento que sirve para aclarar lo que fue, en qué se convierte, qué depara el futuro y determinar lo que se debe hacer. La teoría de Stalin sirve a la burocracia. Sirve para justificar los virajes después de los acontecimientos, ocultar los errores de ayer y, con ello, preparar los de mañana. El silencio sobre las tijeras ocupa el lugar central en el informe de Stalin. Puede parecer paradójico, porque el silencio no ocupa espacio ni tiempo. No obstante, es un hecho: el centro del informe de Stalin es un agujero, abierto, consciente y deliberadamente.
¡Despertad, para que de ese agujero no salga la destrucción de la dictadura!

La renta de la tierra: Stalin profundiza a Marx y Engels

En el comienzo de su lucha contra el “secretario general”, Bujarin afirmó, en relación con cierta cuestión, que la principal ambición de Stalin era la de obligar a que se lo reconociera como “teórico”. Bujarin conoce suficientemente bien a Stalin, y el abecé del comunismo como para comprender lo tragicómico de esta pretensión. Fue en el papel de teórico que Stalin habló ante la conferencia de agrónomos marxistas. Entre otras cosas, la renta de la tierra no salió indemne.
Hasta hace poco (1925), se empeñaba en reforzar la propiedad campesina por muchos años, es decir, en abolir de facto y de jure la nacionalización de la tierra. El comisario del pueblo de agricultura de Georgia –con pleno conocimiento de Stalin, desde luego– presentó en esa época un proyecto de ley de abolición directa de la nacionalización de la tierra. El comisariado de agricultura de Rusia trabajaba con la misma orientación. La Oposición hizo sonar la alarma. Escribió en su programa: “El partido debe resistir y aplastar toda tendencia dirigida hacia la anulación o el socavamiento de la nacionalización de la tierra, uno de los pilares básicos de la dictadura del proletariado.” [La verdadera situación en Rusia, pág. 70.] Así como en 1922 Stalin debió desistir de su ataque contra el monopolio del comercio exterior, en 1926 hubo de abandonar el asalto contra la nacionalización de la tierra y declarar que se lo había “interpretado mal”. Tras proclamar el curso hacia la izquierda, no sólo se convirtió en defensor de la nacionalización de la tierra; inmediatamente acusó a la Oposición de no comprender la importancia de dicha institución. El negativismo de ayer se transformó repentinamente en fetichismo. La teoría de la renta de la tierra de Marx adquirió una nueva función administrativa: justificar la colectivización total de Stalin.
Aquí es necesario hacer una breve disquisición teórica. En su análisis incompleto de la renta de la tierra, Marx la dividió en absoluta y diferencial. Puesto que el mismo trabajo humano aplicado a distintas parcelas de tierra rinde distinto fruto, el dueño de la parcela más fértil se apropiará, naturalmente, del excedente que produce esa parcela. Esta es la renta diferencial. Pero ningún propietario regalará una parcela, por pobre que sea, a un arrendatario, mientras exista alguna demanda de la misma. En otras palabras, de la propiedad privada de la tierra surge necesariamente una renta mínima, independiente de la calidad de la parcela. A esto se llama renta absoluta. Así, teóricamente, el monto total de la renta de la tierra es la suma de las rentas diferencial y absoluta.
Según esta teoría, la abolición de la propiedad privada de la tierra conduce a la liquidación de la renta absoluta. Sólo queda la renta determinada por la calidad de la tierra misma o, mejor dicho, por la aplicación del trabajo humano a parcelas de tierra de diversas calidades. No es necesario explicar que la renta diferencial no es una especie de propiedad fija de las parcelas de tierra, sino que varía con los métodos de cultivo. Estas líneas sirven para demostrar lo ridículo de la excursión de Stalin al reino teórico de la renta de la tierra.
Lo primero que hace Stalin es corregir y profundizar a Engels. No es la primera vez que lo hace. En 1926 nos explicaba que tanto Engels como Marx desconocían la ley elemental del desarrollo desigual del capitalismo, razón por la cual ambos rechazaban la teoría del socialismo en un solo país, la que fue defendida contra ellos por Vollmar, antepasado teórico de Stalin[3].
A primera vista parecería que enfoca con algo más de cautela la cuestión de la nacionalización de la tierra o, más precisamente, la falta de comprensión de este problema por parte del viejo Engels. Pero, en esencia, su enfoque es igualmente irresponsable. Del trabajo de Engels acerca del problema campesino cita la famosa frase de que de ninguna manera contrariaremos la voluntad del campesino; por el contrario, le daremos toda la ayuda que esté a nuestro alcance “para facilitar su transición a las asociaciones”, es decir, a la agricultura colectiva. “Trataremos de darle todo el tiempo posible para que reflexione sobre esto en su propia parcela de tierra.” Estas bellas palabras, que todo marxista culto conoce, explican de manera clara y sencilla la relación de la dictadura proletaria con el campesinado.
Ante la necesidad de justificar la colectivización total, a escala frenética, Stalin subraya la prudencia excepcional e incluso “a primera vista excesiva” que emplea Engels para conducir a los pequeños campesinos a la senda de la agricultura socialista. ¿Por qué Engels fue tan “excesivamente” prudente? Responde Stalin: “Es obvio que su punto de partida era la existencia de la propiedad privada de la tierra, el hecho de que el campesino posee ‘su pequeña parcela de tierra’ de la que le resultará difícil desprenderse. Así es el campesinado de Occidente. Así es el campesinado de los países capitalistas, en los que existe la propiedad privada de la tierra. Naturalmente, allí hay que ser muy prudente. ¿Se puede decir que ésa es la situación que impera en nuestro país, en la URSS? No, no se puede. No se puede porque aquí no tenemos la propiedad privada de la tierra que encadena al campesino a su granja individual.”
He aquí su razonamiento. ¿Puede decirse que en este razonamiento hay siquiera un granito de lógica? No, no se puede. Parece que Engels debió ser “prudente” porque en los países burgueses existe la propiedad privada de la tierra. Stalin no necesita serlo porque en la URSS hemos establecido la nacionalización de la tierra. ¿Pero acaso la propiedad privada de la tierra, junto con la propiedad comunal más arcaica, no existían en la Rusia burguesa? Nosotros no nos encontramos con una tierra ya nacionalizada; la nacionalizamos después de conquistar el poder. Y Engels se refiere a la política que adoptará el partido proletario precisamente después de la conquista del poder. ¿Qué sentido tiene la explicación condescendiente que da Stalin de la prudencia de Engels? Sucede, vean ustedes, que el viejo debió actuar en países burgueses en los que existe la propiedad privada de la tierra, mientras que nosotros tuvimos la feliz idea de abolir la propiedad privada. Pero Engels nos recomienda que seamos prudentes precisamente después de la conquista del poder por el proletariado, por consiguiente después de la abolición de la propiedad privada de los medios de producción.
Al contraponer la política campesina soviética con el consejo de Engels, Stalin embrolla el problema de la manera más absurda. Engels prometió darle al pequeño campesino el tiempo necesario para que reflexione, en su propia parcela de tierra, antes de ingresar a la granja colectiva. En este período transicional de “reflexiones” campesinas, el Estado obrero debe, según éste, proteger al pequeño campesino de los usureros, los mercaderes de granos, etcétera, es decir, debe poner coto a las tendencias explotadoras del kulak. La política soviética en relación a la masa principal, no explotadora, del campesinado tuvo precisamente este carácter dual, a pesar de todas sus vacilaciones. El movimiento de colectivización se encuentra actualmente -trece años después de la conquista del poder- apenas en su etapa inicial, griten lo que griten las estadísticas. Para la abrumadora mayoría de los campesinos la dictadura del proletariado significó doce años para reflexionar. Engels difícilmente pensó en un período tan prolongado, y los países avanzados de Occidente, en los que, con el gran desarrollo de la industria, resultará incomparablemente más fácil demostrar a los campesinos las ventajas de la agricultura colectiva en la práctica, difícilmente necesitarán un período tan prolongado. Que en la Unión Soviética apenas ahora, después de doce años de la conquista del poder por el proletariado, emprendamos un amplio movimiento de colectivización -movimiento muy primitivo y muy inestable todavía-, sólo puede explicarse por nuestro atraso y nuestra pobreza, a pesar de haber nacionalizado la tierra, lo que presumiblemente no se le ocurrió a Engels y presumiblemente el proletariado occidental no tendrá que enfrentar después de la conquista del poder. Esta contraposición de Rusia con Occidente y de Stalin con Engels lleva el inconfundible hedor de la idealización del atraso nacional.
Pero Stalin no se detiene allí; inmediatamente añade la incoherencia teórica a su incoherencia económica. ¿Cómo podemos -pregunta a su infortunado auditorio-, “en nuestro país, donde la tierra ha sido nacionalizada, demostrar tan fácilmente [!!] su superioridad [la de las granjas colectivas] respecto de las pequeñas granjas campesinas? Esa es la gran importancia revolucionaria de las leyes agrarias soviéticas, que abolieron la renta absoluta [...] y llevaron a cabo la nacionalización de la tierra.” Y Stalin, en tono a la vez de reproche y de suficiencia, pregunta: “¿Por qué, entonces, nuestros teóricos agrarios no emplean bien este argumento nuevo [!?] en su lucha contra todas las teorías burguesas?” Y aquí hace una referencia –se recomienda a los agrónomos marxistas no intercambiar miradas significativas, no sonarse la nariz para ocultar su confusión y, sobre todo, no esconderse debajo de las mesas– al tercer tomo de El Capital y a la teoría de la renta de la tierra de Marx. ¡Oh, pena y dolor! ¡A qué alturas llegó este teórico antes de... sumergirse en el pantano con su “argumento nuevo”!
Según Stalin, lo único que ata al campesino occidental a la tierra es la “renta absoluta”. Y puesto que hemos “abolido” a ese reptil, del mismo modo desapareció ese “poder de la tierra” que esclaviza al campesino, descrito con tanta pasión por Gleb Uspenski en Rusia y por Balzac y Zola en Francia.
Primero, dejemos establecido que en la URSS la renta absoluta no fue abolida sino estatizada, que no es lo mismo. Newmark evaluó la riqueza nacional de Rusia en 1914 en ciento cuarenta mil millones de rublos oro, incluido en primer término el precio de toda la tierra, es decir, la renta capitalizada del país entero. Si quisiéramos establecer ahora el peso específico de la riqueza nacional de la Unión Soviética dentro de la riqueza de la humanidad, deberíamos incluir, desde luego, la renta capitalizada, tanto absoluta como diferencial.
Todas las pautas económicas, incluida la renta absoluta, se reducen al trabajo humano. En las condiciones de la economía de mercado, la renta de la tierra está determinada por la cantidad de productos que el dueño de la tierra puede extraer de los productos del trabajo aplicado a la misma. En la URSS, el dueño de la tierra es el Estado. Eso lo convierte en titular de la renta de la tierra. En cuanto a la liquidación real de la renta absoluta, podremos hablar de ello una vez que se haya socializado la tierra de todo el planeta, es decir, una vez que haya triunfado la revolución mundial. Pero dentro de las fronteras nacionales, dicho sea sin el menor ánimo de insultar a Stalin, no sólo no se puede construir el socialismo sino que ni siquiera se puede abolir la renta absoluta.
Este interesante problema teórico tiene una significación en la práctica. La renta de la tierra se expresa en el mercado mundial en el precio de los productos del agro. En la medida en que el gobierno soviético es exportador de éstos -y la intensificación del cultivo incrementará enormemente las exportaciones de granos-, el Estado soviético, armado con el monopolio del comercio exterior, aparece en el mercado mundial como el dueño de la tierra cuyos productos exporta; de esa manera, en los precios de dichos productos el Estado soviético realiza la renta de la tierra concentrada en sus manos. Si nuestra tecnología agraria, igual que nuestro comercio exterior, no fuera inferior a la de los países capitalistas sino que se encontrara en su mismo nivel, precisamente en la URSS la renta absoluta se nos aparecería en su forma más clara y más concentrada. Cuando en el futuro alcancemos ese estadio, ese momento será de la mayor importancia para la conducción planificada de la agricultura y la exportación. Si ahora Stalin se jacta de haber “abolido” la renta absoluta en lugar de realizarla en el mercado mundial, tiene circunstancialmente el derecho de hacerlo en virtud de la debilidad actual de nuestra exportación agrícola y el carácter irracional de nuestro comercio exterior, en el que no sólo la renta absoluta de la tierra sino también muchas cosas más desaparecen sin dejar rastros. Este aspecto del problema, que no guarda relación directa con la colectivización de la economía campesina, nos brinda, no obstante, un ejemplo más de esa idealización del aislamiento y el atraso económicos que constituye uno de los rasgos fundamentales de nuestro filósofo del socialismo nacional.
Volvamos al problema de la colectivización. Según Stalin, el pequeño campesino occidental está atado a su parcela de tierra por la cadena de la renta absoluta. Cualquier gallina campesina se reirá de su “argumento nuevo”. La renta absoluta es una categoría exclusivamente capitalista. La economía campesina parcelaria no puede participar de la renta absoluta sino en circunstancias episódicas caracterizadas por una coyuntura excepcionalmente favorable del mercado, como la que se dio, por ejemplo, al principio de la guerra. La dictadura económica del capital financiero sobre la aldea atomizada se expresa en el mercado en el intercambio desigual. En general, el campesinado de todo el mundo no escapa a este régimen de las “tijeras”. En los precios de granos y de todos los productos del agro, la abrumadora mayoría de los campesinos no obtiene un salario ni que hablar de una renta. Pero si la renta absoluta, que Stalin tan triunfalmente “abolió”, no le dice nada a la mente ni al corazón del pequeño campesino, la renta diferencial, que Stalin generosamente perdonó, reviste una gran importancia, precisamente para el campesino occidental. El campesino arrendatario se aferra a su parcela tanto más febrilmente cuanto mayores son las fuerzas y los medios que él y su padre emplearon en su fertilización. Esto es cierto, dicho sea de paso, no sólo en Occidente sino también en Oriente, por ejemplo en China con sus regiones de cultivo intensivo. De manera que ciertos elementos de conservadurismo inherentes a la pequeña propiedad no son consecuencia de la categoría abstracta de la renta absoluta sino de las condiciones materiales del cultivo intensivo en la economía parcelaria. Si los campesinos rusos rompen sus vínculos con una parcela determinada de tierra con relativa facilidad, de ninguna manera se debe a que el “argumento nuevo” de Stalin los liberó de la renta absoluta, sino a la misma causa por la que, en la época anterior a la Revolución de Octubre, se producían en Rusia redivisiones periódicas de la tierra. Nuestros narodnikis idealizaban estas redistribuciones por el hecho en sí. Pero las mismas eran posibles debido a nuestra economía no intensiva, el sistema de las tres parcelas, el pésimo cultivo de la tierra, en fin, nuevamente, a ese atraso que Stalin idealiza.
Al proletariado victorioso de Occidente, ¿le resultará más difícil que a nosotros eliminar el conservadurismo campesino que surge del cultivo intensivo inherente a la economía de la pequeña propiedad? De ninguna manera. Porque en Occidente, debido al nivel incomparablemente más elevado de la industria y de la cultura en general, al Estado proletario le resultará mucho más fácil darle al campesino en transición al trabajo colectivo una compensación real y genuina por la pérdida de la “renta diferencial” de su parcela de tierra. No puede caber la menor duda de que a doce años de la conquista del poder la colectivización de la agricultura en Alemania, Gran Bretaña o Estados Unidos será inconmensurablemente más amplia y firme que la nuestra en la actualidad.
¿No es extraño que Stalin haya descubierto este “argumento nuevo” a favor de la colectivización total doce años después de realizada la nacionalización? Pues, a pesar de la nacionalización, en el período 1923-1928 se aferró con toda obstinación al poderoso productor individual de mercancías, no a la colectivización. ¿Por qué? La respuesta es clara: la nacionalización de la tierra es una premisa necesaria, pero totalmente insuficiente, para la agricultura socialista. Desde el punto de vista económico estricto, es decir, el punto de vista de Stalin al respecto, la nacionalización de la tierra es muy poco importante, porque el costo del equipo que requiere la economía racional y en gran escala supera varias veces la renta absoluta. Demás está decir que la nacionalización de la tierra es una premisa política y jurídica sumamente importante, indispensable para la transformación socialista de la agricultura. Pero la importancia económica directa de la nacionalización en un momento dado está determinada por la acción de factores de carácter material-productivo. Esto surge con toda claridad en el balance campesino de la Revolución de Octubre. El Estado, en tanto que dueño de la tierra, concentró en sus manos el derecho a la renta de la tierra. ¿Se realiza esta renta de la tierra en el mercado, en los precios de los granos, la madera, etcétera? Desgraciadamente, todavía no. ¿La obtiene del campesino? Dada la multiplicidad de las cuentas económicas del Estado con el campesino resulta muy difícil responder esta pregunta. Puede decirse -y esto de ninguna manera constituye una paradoja- que las “tijeras” de los precios agrícolas e industriales contienen la renta de la tierra en forma oculta. Concentrada la tierra, la industria y el transporte en manos del Estado, para el campesino la renta de la tierra es un problema, por así decirlo, contable, no económico. Pero la contabilidad es una técnica que no lo desvela. Él hace un balance global de sus relaciones con la ciudad y el Estado.
Corresponde mejor enfocar la cuestión desde otra óptica. Gracias a la nacionalización de la tierra, las fábricas y los talleres, la abolición de la deuda externa y la economía planificada, el Estado obrero pudo alcanzar en poco tiempo una elevada tasa de desarrollo industrial. Este proceso crea, indudablemente, la premisa más importante para la colectivización. Sin embargo, esta premisa no es de tipo jurídico sino material-productivo: se expresa en una determinada cantidad de arados, enfardadoras, cosechadoras, tractores, elevadores de granos, agrónomos, etcétera. Precisamente estas entidades reales deben constituir el punto de partida del plan de colectivización. En ese momento el plan reflejará la realidad. Pero entre los beneficios reales de la nacionalización no siempre podemos contar la nacionalización en sí, como una especie de fondo de reserva capaz de cubrir todos los excesos de las aventuras burocráticas “totales”. Sería como si una persona, tras depositar su capital en un banco, quisiera utilizar al mismo tiempo el capital y el interés acreditado. Tal es la conclusión general. Pero la conclusión específica, individual, puede formularse de manera mucho más sencilla: “Tonto, sería mejor que volvieras a la escuela”, en lugar de salir a prolongadas excursiones teóricas.

Las formulaciones de Marx y la audacia de la ignorancia

Entre los tomos primero y tercero de El Capital hay un segundo tomo. Nuestro teórico se considera en la obligación de someterlo también a sus abusos administrativos. Stalin debe apresurarse a ocultar de toda crítica la política actual de colectivización forzada. Pero como las pruebas necesarias no se hallan en las condiciones materiales de la economía, las busca en los libros de prestigio, e invariablemente se equivoca de página. Toda la experiencia capitalista ha probado las ventajas de la economía en gran escala sobre la economía en pequeña escala -incluida la agricultura-. Las ventajas potenciales de la economía colectiva en gran escala sobre la pequeña economía atomizada fueron reveladas, antes que por Marx, por los socialistas utópicos, cuyos argumentos siguen siendo, en lo fundamental, válidos. En esta esfera los utópicos fueron realistas cabales. Su utopismo comenzaba sólo con el problema del camino histórico hacia la colectivización. Quien señaló el camino correcto en este sentido fue Marx, con su teoría de la lucha de clases y su crítica de la economía capitalista.
El Capital hace un análisis y una síntesis de los procesos de la economía capitalista. El segundo tomo estudia el mecanismo inmanente del crecimiento de la economía capitalista. Las fórmulas algebraicas de este tomo demuestran como, a partir del mismo protoplasma creador -el trabajo humano abstracto-, se cristalizan los medios de producción en forma de capital constante; los salarios, en forma de capital variable; y la plusvalía, que luego deviene en fuente para la creación de capital constante y variable adicionales. Esto a su vez posibilita la adquisición de mayor plusvalía. Esta es la espiral de la reproducción ampliada en su forma más general y abstracta.
Para demostrar como los distintos elementos materiales del proceso económico, las mercancías, se encuentran en esta totalidad anárquica o, más precisamente, como los capitales constante y variable acceden al equilibrio necesario en las distintas ramas de la industria durante el crecimiento general de la producción, Marx divide el proceso de reproducción ampliada en dos partes interdependientes: por un lado, las empresas que producen medios de producción; por el otro, las empresas que producen artículos de consumo. Las empresas de la primera categoría deben proporcionar máquinas, materias primas y materiales auxiliares a sí mismas al igual que a las empresas de la segunda categoría. A su vez, las empresas de la segunda categoría deben proporcionar artículos de consumo para satisfacer tanto las necesidades propias como las de las empresas de la primera categoría. Marx descubre el mecanismo general de la adquisición de esta proporcionalidad que constituye el equilibrio dinámico del capitalismoI.
Por eso, el problema de la agricultura y sus relaciones con la industria está en un plano enteramente diferente. Evidentemente, Stalin confundió la producción de artículos de consumo con la agricultura. Para Marx, en cambio, las empresas agrícolas capitalistas (y sólo las capitalistas) que producen materias primas caben automáticamente en la primera categoría; las empresas que producen artículos de consumo están en la segunda categoría. En ambos casos, comparten sus categorías con empresas industriales. Dado que la producción agrícola posee peculiaridades que la contraponen a la industria en su conjunto, el examen de dichas peculiaridades comienza en el tercer tomo.
En realidad, la reproducción ampliada no sucede únicamente a expensas de la plusvalía generada por los obreros de la propia industria y de la agricultura capitalista, sino también a partir de nuevos medios, provenientes de fuentes externas: la aldea precapitalista, los países atrasados, las colonias, etcétera. A su vez, la adquisición de plusvalía de la aldea y las colonias puede realizarse a través del intercambio desigual o de la contribución forzada (principalmente impuestos) o, por último, a través de los créditos (ahorros, préstamos, etcétera). Históricamente, estas formas de explotación se combinan en distintas proporciones y desempeñan un papel tan importante como la obtención de plusvalía en su forma “pura”; la profundización de la explotación capitalista siempre va de la mano con su expansión. Pero las fórmulas de Marx que nos ocupan disecan muy cuidadosamente el proceso vivo del desarrollo, separando la reproducción capitalista de todos los elementos precapitalistas y de todas las formas transicionales que lo acompañan y alimentan y a cuyas expensas se expande. Las fórmulas de Marx construyen un capitalismo químicamente puro que jamás existió ni existe ahora en ningún lugar. Precisamente por ello revelan las pautas básicas de todos los capitalismos, pero del capitalismo y sólo de éste.
Para cualquiera que conozca El Capital resulta obvio que ni el primero, ni el segundo ni el tercer tomo responden al interrogante de cómo, cuándo y con qué ritmo puede la dictadura del proletariado realizar la colectivización de la agricultura. Ninguna de estas preguntas, ni decenas de preguntas más, encuentran solución en los libros ni, dada su esencia, podrían encontrarlaII. En verdad, no hay ninguna diferencia entre Stalin y el comerciante que busca en la más sencilla de las fórmulas de Marx, D-M-D (dinero-mercancía-dinero), una guía sobre lo que debe comprar y vender y cuándo hacerlo para realizar la máxima ganancia. Stalin, simplemente, confunde la generalización teórica con la receta práctica -y para colmo se trata de una generalización teórica de Marx que se refiere a un problema completamente distinto-.
¿Por qué, entonces, necesita Stalin recurrir a las fórmulas de la reproducción ampliada, que obviamente no entiende? Sus propias explicaciones son tan inefables que debemos reproducirlas palabra por palabra: “En efecto, la teoría marxista de la reproducción nos enseña que la sociedad moderna [?] no puede desarrollarse sin acumular de año a año, y la acumulación es imposible si no existe reproducción ampliada de año a año. Esto es claro y fácil de comprender.” Más claro, imposible. Pero ésta no es una enseñanza de la teoría marxista; es propiedad común de la economía política burguesa, es su quintaesencia. La “acumulación” como condición para el desarrollo de la “sociedad moderna”: tal es, precisamente, la gran idea que la economía política vulgar purgó de los elementos de la teoría del valor derivado del trabajo, que ya se encontraba en la economía política clásica. La teoría que Stalin, de manera tan altisonante, propone “extraer del tesoro del marxismo” es un lugar común, que une no sólo a Adam Smith con Bastiat sino a éste con el presidente norteamericano Hoover. Utiliza la “sociedad moderna” -no capitalista sino “moderna”- para extender las fórmulas de Marx a la sociedad socialista “moderna”. “Esto es claro y fácil de entender.” Y prosigue Stalin: “Nuestra industria socialista a gran escala, centralizada, se desarrolla según la teoría marxista de la reproducción ampliada [!]; porque [!!] crece en volumen de año a año, tiene sus acumulaciones y avanza a pasos agigantados.”
La industria se desarrolla siguiendo la teoría marxista: ¡fórmula inmortal! Asimismo, la avena crece dialécticamente, siguiendo las leyes de Hegel. Para un burócrata, la teoría es una fórmula administrativa. Pero todavía no hemos llegado al meollo del problema. La “teoría marxista de la reproducción” se refiere al modo de producción capitalista. Pero Stalin está hablando de la industria soviética, que él considera socialista sin ninguna duda. Afirma que la “industria socialista” se desarrolla según la teoría de la reproducción capitalista. Aquí vemos lo incauto que fue al meter la mano en el “tesoro del marxismo”. Si una teoría de la reproducción construida en base a las leyes de la producción anárquica incluye dos procesos económicos, uno anárquico y el otro planificado, la economía planificada, punto de partida del socialismo, se reduce a cero. Pero apenas estamos en las flores: todavía no hemos llegado a los frutos.
La joya más fina que Stalin extrae del tesoro es la palabrita “porque”: la industria socialista se desarrolla según la teoría de la industria capitalista “porque crece en volumen de año a año, tiene sus acumulaciones y avanza a pasos agigantados”. ¡Pobre teoría! ¡Desgraciado tesoro! ¡Infeliz de Marx! ¿Significa que Marx creó su teoría para demostrar especialmente la necesidad de que se produzcan avances anuales y, para colmo, a pasos agigantados? ¿Qué pasa entonces con los períodos en que la industria capitalista avanza a “paso de tortuga”? En esos casos, aparentemente, la teoría de Marx no es válida. Pero la producción capitalista se desarrolla en ciclos de boom y de crisis; eso significa que no avanza solamente a pasos agigantados; hay períodos en que se detiene y retrocede. Diríase que la concepción de Marx es inútil en lo que se refiere al proceso capitalista, para la comprensión del cual fue elaborada, pero en cambio responde plenamente a la naturaleza de los “pasos agigantados” de la industria socialista. Milagro, ¿no es cierto? Stalin, que no se limita a enseñarle a Engels la nacionalización de la tierra, sino que le hace una corrección fundamental a Marx, marcha en todo caso... a pasos agigantados. Y las fórmulas de El Capital son aplastadas como nueces bajo sus pesados pies.
Pero, ¿para qué se metió Stalin en todo esto?, preguntará el lector perplejo. ¡Ay!, no podemos saltear etapas, sobre todo cuando nos cuesta tanto mantenernos a la par de nuestro teórico. Un poco de paciencia y todo quedará aclarado.
Inmediatamente después del pasaje que acabamos de discutir, Stalin continúa así: “Pero nuestra industria a gran escala no constituye el conjunto de nuestra economía nacional. Por el contrario, la pequeña economía campesina sigue predominando en la misma. ¿Podemos decir que nuestra pequeña economía campesina se desarrolla según el principio (!) de la reproducción ampliada? No, no podemos (...) Nuestra pequeña economía campesina muy pocas veces es capaz de lograr siquiera la reproducción simple. ¿Podemos imprimir a nuestra industria socializada una tasa elevada de crecimiento a la vez que la pequeña economía campesina sigue siendo la base de nuestra agricultura? (...) No, no podemos.” Luego viene la conclusión: es necesario llegar a la colectivización total.
Este pasaje es todavía mejor que el anterior. De vez en cuando, en medio de la soñolienta banalidad de la exposición, estallan los cohetes de la ignorancia audaz. La economía agrícola, es decir, la economía de la mercancía simple, ¿se desarrolla según las leyes de la economía capitalista? No, responde nuestro teórico, presa del terror. Es obvio que la aldea no vive de acuerdo a Marx. Hay que tomar cartas en el asunto. El informe de Stalin trata de rechazar las teorías pequeñoburguesas acerca de la estabilidad de la economía campesina. Mientras tanto, al enredarse en el nudo de las fórmulas marxistas, da a estas teorías su expresión más generalizada. En realidad, la teoría de la reproducción ampliada de Marx se refiere a la economía capitalista en su conjunto- a la industria y también a la agricultura- pero en su forma pura, sin resabios precapitalistas. Pero Stalin, que por alguna razón se olvida de los artesanos y las artesanías, plantea el interrogante: “¿Podemos decir que nuestra pequeña economía campesina se desarrolla según el principio (!) de la reproducción ampliada?” “No -responde-, no podemos.”
En otras palabras, Stalin repite, de manera más general, la afirmación de los economistas burgueses de que la agricultura no se desarrolla según el “principio” de la teoría marxista de la producción capitalista. ¿No sería mejor, después de esto, mantenerse en silencio? Después de todo, los agrónomos marxistas escucharon en silencio su vergonzosa distorsión de las enseñanzas de Marx. Sin embargo, la más cortés de las reacciones debió haber sido la siguiente: ¡Abandone inmediatamente esa tribuna y no se atreva a hablar de cosas que desconoce totalmente!
Pero no seguiremos el ejemplo de los agrónomos marxistas, no permaneceremos en silencio. La ignorancia armada con el poder es tan peligrosa como la demencia armada de una navaja.
Las fórmulas del segundo tomo de Marx no representan los “principios” que guían la construcción del socialismo, sino la generalización objetiva de los procesos capitalistas. Estas fórmulas, haciendo abstracción de las peculiaridades de la agricultura, no sólo no contradicen el desarrollo de ésta sino que la incluyen plenamente como agricultura capitalista.
Lo único que puede decirse de la agricultura en el marco de las fórmulas del segundo tomo es que suponen la existencia de una cantidad de materias primas y de productos de consumo agrícolas que garantice la reproducción ampliada. ¿Cuál sería la correlación entre la agricultura y la industria, por ejemplo, en Gran Bretaña o en Estados Unidos? Ambos se corresponden con las fórmulas marxistas. Gran Bretaña importa artículos de consumo y materias primas. Estados Unidos los exporta. Aquí no existe la menor contradicción con las fórmulas de la reproducción ampliada, que de ninguna manera están limitadas por las fronteras nacionales ni adaptadas al capitalismo nacional ni, menos aún, al socialismo en un solo país.
Si se llegara a los alimentos sintéticos y a las materias primas sintéticas, la agricultura quedaría totalmente eliminada, la sustituirían nuevas ramas de la industria química. ¿Qué sucedería con las fórmulas de la reproducción ampliada? Seguirían siendo válidas mientras existieran las formas capitalistas de producción y distribución.
La economía agrícola de la Rusia burguesa, con el tremendo predominio del campesinado, satisfizo las necesidades de una industria en expansión y creó la posibilidad de hacer grandes exportaciones. Estos procesos fueron acompañados por el fortalecimiento de la cúpula kulak y el debilitamiento, la creciente proletarización, de la base campesina. De esta manera la economía agraria sobre bases capitalistas se desarrolló, a pesar de todas sus peculiaridades, dentro del marco de las mismísimas fórmulas con que Marx sintetiza la economía capitalista en su conjunto: y sólo la economía capitalista.
Stalin busca arribar a la conclusión de que es imposible basar la construcción del socialismo “en dos cimientos diferentes: la industria socialista más grande y concentrada y la atrasada economía campesina de la pequeña mercancía”. En realidad, demuestra exactamente lo contrario. Si las fórmulas de la reproducción ampliada se aplican por igual a las economías capitalista y socialista -a la “sociedad moderna” en general-, resulta totalmente incomprensible esa imposibilidad de seguir desarrollando la economía sobre los cimientos de la contradicción entre la ciudad y la aldea, la misma base sobre la que el capitalismo alcanzó un plano de desarrollo incomparablemente más elevado. En Estados Unidos, hasta el día de hoy los gigantescos trusts industriales se desarrollan paralelamente a la economía agraria basada en los granjeros. La economía de la granja creó las bases de la industria norteamericana. Digamos de paso que, hasta ayer, nuestros burócratas, con Stalin a la cabeza, tomaban como modelo de orientación a la agricultura norteamericana, con el gran granjero abajo y la industria centralizada en la cúpula.
El tipo ideal de cambio es la premisa fundamental de las fórmulas abstractas del segundo tomo. Pero la economía planificada del período de transición, si bien se basa en la ley del valor, la viola a cada paso y fija relaciones de intercambio desigual entre las distintas ramas de la economía y, en primer término, entre la industria y la agricultura. La palanca decisiva de la acumulación forzosa y la distribución planificada es el presupuesto gubernamental. El papel de éste, con su desarrollo inevitable, se acrecentará. La financiación crediticia regula las relaciones entre la acumulación obligatoria del presupuesto y los procesos del mercado, en la medida en que éstos mantengan su primacía. Ni la financiación presupuestaria ni la financiación crediticia planificada o semiplanificada, que aseguran la ampliación de la reproducción en la URSS, pueden englobarse de ninguna manera en las fórmulas del segundo tomo. Porque toda la fuerza de estas fórmulas reside en el hecho de que pasan por alto los presupuestos, tarifas y planes y, en general, a todas las formas de injerencia planificada del estado, y resaltan la necesaria legitimidad inherente al juego de las fuerzas ciegas del mercado, disciplinado por la ley del valor. Si se “liberara” el mercado interno soviético y se aboliera el monopolio del comercio exterior, el intercambio entre la ciudad y la aldea se volvería incomparablemente más igualitario, y la acumulación en la aldea –acumulación del kulak o del granjero capitalista– seguiría su curso; resultaría evidente entonces que las fórmulas de Marx se aplican también a la agricultura. En esa senda, Rusia no tardaría en transformarse en una colonia sobre la que se apoyaría el desarrollo industrial de otros países.
Para impulsar la colectivización total, la escuela de Stalin (existe semejante cosa) ha difundido groseras comparaciones entre las tasas de desarrollo industrial y agrícola. Como siempre, quien cumple esta tarea de la manera más grosera es Molotov. En la conferencia partidaria del distrito de Moscú de febrero de 1929, Molotov dijo: “En años recientes el ritmo de desarrollo de la agricultura se ha retrasado notablemente respecto del de la industria [...] Durante los últimos tres años el valor de la producción industrial se incrementó en un cincuenta por ciento y el de la producción agrícola en solamente un siete por ciento.”
Contraponer estas tasas de desarrollo es hacer gala de analfabetismo económico. Todas las ramas de la economía están esencialmente incluidas en lo que se llama economía campesina. El desarrollo de la industria, siempre y en todos los países, se produjo a costa de la reducción del peso específico de la economía agraria. Basta con recordar que en Estados Unidos la producción metalúrgica es casi equivalente a la producción de la economía de granja, mientras que en la URSS equivale a la decimoctava parte de la producción agrícola. Esto demuestra que, a pesar de las altas tasas de desarrollo de los últimos años, nuestra industria todavía está en pañales. Para superar las contradicciones entre la ciudad y la aldea creadas por el desarrollo burgués, la industria soviética debe, en primer término, superar a la aldea en un grado jamás logrado por la Rusia burguesa.
La actual ruptura entre la agricultura y la industria estatal no es resultado de que la industria haya dejado muy atrás a la economía agrícola -la posición de vanguardia de la industria es un hecho histórico mundial y una premisa necesaria para el progreso- sino de que nuestra industria es demasiado débil, es decir, su avance no alcanza para elevar a la agricultura al nivel necesario. El objetivo es, desde luego, eliminar la contradicción entre la ciudad y la aldea. Pero los caminos y métodos para lograrlo no tienen nada que ver con la equiparación de las tasas de crecimiento de la agricultura y la industria. Por el contrario: la mecanización de la agricultura y la industrialización de toda una serie de sus ramas irá acompañada por una reducción del peso específico de la agricultura como tal. El ritmo que le podamos imprimir a esta mecanización está determinado por la capacidad productiva de nuestra industria. Lo decisivo para la colectivización no es el hecho de que las cifras porcentuales correspondientes a la metalurgia ascendieran en algunas decenas en los últimos años, sino el hecho de que la cantidad de metal per cápita es despreciable. El crecimiento de la colectivización equivaldría al crecimiento de la propia economía agrícola solamente en la medida en que ésta se basara en una revolución técnica en la producción agrícola. Pero el ritmo de esa revolución se ve frenado en la actualidad por el peso específico de la industria. Es menester coordinar el ritmo de colectivización con los recursos materiales -no con los ritmos estadísticos abstractos- de la industria.
En bien de la clarificación teórica deberíamos agregar a lo dicho que la eliminación de la contradicción entre la ciudad y la aldea, es decir, la elevación de la producción agrícola a un nivel científico-industrial, no significará, como quiere Stalin, el triunfo de las fórmulas de Marx en la agricultura sino, por el contrario, el fin de su triunfo también en la esfera industrial; porque la reproducción ampliada socialista de ninguna manera se producirá de acuerdo a las fórmulas de El Capital, cuyo resorte principal es la búsqueda de la ganancia. Pero todo esto es demasiado complicado para Stalin y Molotov.
Para concluir, repitamos que la colectivización es una tarea práctica de eliminación del capitalismo, no una tarea teórica de expansión del mismo. Por eso las fórmulas de Marx no tienen aquí la menor aplicación. Las posibilidades prácticas de la colectivización están determinadas por los recursos productivos y técnicos disponibles para la agricultura en gran escala y por el grado de disposición del campesinado para pasar de la economía individual a la colectiva. En última instancia, esta disposición subjetiva es producto del mismo factor material-productivo: sólo las ventajas de la economía colectiva basada en una tecnología avanzada pueden atraer al campesino hacia el socialismo. En lugar de un tractor, Stalin quiere darle al campesino las fórmulas del segundo tomo. Pero el campesino es honesto; no le gusta discutir sobre lo que no comprende.
[1] Publicado en The Militant, 15 de septiembre-11 de diciembre de 1930 y en International Socialist Review, otoño de 1956, invierno de 1957. Tomado de la versión publicada en Escritos, Tomo I, Vol. 4, Ed. Pluma, 1979, Bogotá, Colombia, pág. 1027.
[2] Georgi Lvov (1861-1925): primer ministro del Gobierno Provisional de marzo a julio, hasta que Kerensky lo reemplazó en ese puesto. Alexander Guchkov (1862-1936): dirigente de los Octubristas, partido monárquico de la gran burguesía industrial, comercial y terrateniente.
[3] Georg von Vollmar (1850-1922): socialdemócrata bávaro y diputado por Munich al Reichstag. En 1879 publicó un artículo titulado El estado socialista aislado, en el que presentó y defendió la concepción del “socialismo en un solo país”. Fue un pionero del reformismo y antecesor de Eduard Bernstein.
I. Las fórmulas del segundo tomo ignoran las crisis industriales y comerciales, que son parte del mecanismo del equilibrio capitalista. Estas fórmulas tratan de demostrar cómo, con o sin crisis y a pesar de las crisis, igualmente se llega a ese equilibrio. (Nota de L. T.)
II. En los años que siguieron a la Revolución de Octubre fue necesario polemizar más de una vez con los intentos ingenuos de buscar en Marx las respuestas a preguntas que él ni siquiera hubiera podido plantearse. Lenin jamás dejó de apoyarme en este sentido. Cito dos ejemplos, que casualmente quedaron registrados en las actas taquigráficas. “No dudamos -dijo Lenin- de que tendríamos, según la expresión del camarada Trotsky, que hacer la experiencia. Y emprendimos una tarea que hasta entonces nadie en el mundo había emprendido con tal amplitud” (18 de marzo de 1919, Obras Completas, Cartago, Buenos Aires, 1971, 2ª edición corregida y aumentada, tomo 31, p. 20).
Y algunos meses más tarde dijo: “El camarada Trotsky tenía plena razón al decir que esto no está escrito en ninguno de los libros que podemos tomar como guía; no se deduce de ninguna concepción socialista del mundo, no ha sido determinado por la experiencia de nadie, sino que tendrá que ser determinado por nuestra propia experiencia” (8 de diciembre de l919, ídem, tomo 32, p. 237). (Nota de L. T.