28.3.09

Mi peor pesadilla.

Suena el despertador. Son las nueve de la mañana. Es Agosto y hace frío, pero mi cama esta tibia, y mi casa en silencio. Me sacudo de la estupidez, vuelvo en mí. 'Ah, sí. Estoy estudiando Antropología'.

No se acaba nunca.

D:

27.3.09

(paréntesis a las pesadillas)

hilos
no hilos no
la otra noche soñaba con mi pelo que se movía, pero era dibujado en negro sobre un papel casi blanco y daba la sensación de ser un entramado de cables que se movían en oleadas para conectar información- me salían del oído, o de la parte derecha de la cabeza.
hay que llegar a puerto, hay que entablar contacto, ese era su intento.
esa fue su más linda victoria.

tus peores pesadillas:

si me preguntas por la peor pesadilla no sabría decirte LA peor-
porque no recuerdo, de tantas pesadillas, porque no distingo en su importancia o en su efecto surtido. tampoco una reciente; los sueños ahora son más bien turbios cuando "malos".
pero hay una, una pesadilla que soñé de chica, no sé con cuantos años y menos por cuanto tiempo ni su frecuencia durante el mismo pero parecía repetirse incansablemente.
la pesadilla era algo estática. o sea que no pasaban muchas cosas terroríficas a no ser el ambiente, a no ser el imaginario.
mira, hay solo dos colores-un cielo de fondo, un cielo azul oscuro bien intenso, ya atardecido. sobre eso un cerrito, una lomita con un arbol arriba. esto a contraluz, esto es silueta, esto es todo negro. sobrevuela un murciélago. ya no recuerdo si lo ví, si me vio él a mí y me miró a los ojos, si lo escuché...pero me aterraba. de chica me aterraba. incluso detesté ese azul de cielo un tiempo.
ahora la quiero (a la pesadilla), la quiero, la quiero, ahora me es medular.
un amigo me dijo algo de aprendizaje.
yo creo que ahora daría igual ser persona o murciélago.
debe ser eso.

tus peores pesadillas: ....

El ultimo sueño brígido que tuve fue el año pasado cuando estaba en valdivia en los días de la toma de la u. Tiene hartas partes, por ponerlo así. Lo que recuerdo es que al otro día desperté con la mente sobreexcitada, me sentía extraño.
Bueno en la primera parte (que es la menos trascendental), yo entraba de noche en la tienda de revistas de punta arenas, y popeye (el viejo q atendía) sacaba una especie de libro prohibido y me lo mostraba sin decir nada, era como un secreto. El libro era viejísimo y en algún lugar había escuchado que leerlo era casi un sacrilegio. Se trataba de un noble de la edad media que hacía cosas horribles en su castillo (nunca supe qué). Un día todos los campesinos de los alrededores decidían tomar represalia e invadían su castillo. Lo atrapaban y lo torturaban. La última imagen que tengo es la del noble sin cabeza.
Después desperté en el departamento de mi hermana. Eran como las cuatro de la mañana. Recuerdo que fui a la cocina, me zampé como 3 vasos de coca-cola (por el tema de la deshidratación con la cerveza) y volví a dormir. Entonces comenzó la parte realmente brígida del sueño. Me cuesta describirlo porque es como una masa amorfa de eventos sin principio ni fin. Creo que al comienzo estaba en una especie de quincho en el campo donde se estaba celebrando el regreso de unos amigos míos que por aquel entonces andaban de intercambio. Había varios cabros de punta arenas, del colegio, etc. Yo me sentía desencantado con todo, no sé por qué, lo único que hacía era tirarle palos a la gente que había a mi alrededor. De vez en cuando me encontraba con una señorita que me miraba sonriendo y con los ojos ensoñados, como insinuando algo. Era muy linda. Las pupilas le brillaban. Pero no decía nada. Verla me hacía sentir misteriosamente bien, era algo ultraterreno. Era demasiada pureza.
Luego había una especie de quiebre en el sueño…
Estaba en un edificio enorme, como de doscientos pisos, sentado en unas vigas que colgaban del cielo raso a gran altura. Junto a mí había varios viejos que estaban reclamando por algo. Y así llegaban a la resolución de que había que tomarse el establecimiento (claramente influido por la contingencia de la realidad). Al momento siguiente recuerdo que ya estábamos en toma. El ambiente era muy extraño y hostil. La gente andaba armada dentro del edificio y había trifulcas a cada rato. No sé por qué estaba mi mamá ahí, pero recuerdo que nos metíamos a una sala en uno de los últimos pisos y yo le decía que no saliera de ahí, que era muy peligroso y que yo me iba a encargar de salir a buscar comida, etc. jajaja. Al rato me cruzaba en el pasillo con un loco y nos comenzábamos a pelear. Él sacaba un cuchillo y yo, con una especie de regla afilada, le hacía un corte en el cuello. De ahí parábamos, nos disculpábamos y nos íbamos. Era muy absurdo.
No me acuerdo bien, pero creo que después comenzaba la última parte del sueño. Yo iba en auto con Gabriel (q es el pololo de mi hermana). Íbamos volviendo del quincho del campo, a dejar a dos amigas a su casa. Vivían en un edificio en el pasaje duble-almeyda (el pasaje donde los alumnos del colegio más burgués de punta arenas nos escondíamos a fumar. Nunca hubo edificios ahí, por lo demás). En el momento en que nos deteníamos y ellas se bajaban del auto, con Gabriel veíamos algo que nos estremecía. Justo al frente del edificio había una especie de tugurio de muy mala fama, donde pasaban cosas horribles. Y del tugurio veíamos salir a un individuo calvo, deforme y musculoso. Tenía el torso desmesuradamente grande y las piernas pequeñas. Uno de sus brazos era tan grande que tenía que sostenérselo con el otro. No sé por qué, pero tenía un aura que producía una angustia tremenda. Era la maldad personificada. Yo veía a Gabriel y parecía que la sola visión del sujeto lo había dejado asustado y triste. Muy extraño todo.
Después Gabriel aceleraba y nos íbamos por un camino vertiginosamente vertical, lleno de piedras. Eso es lo último que recuerdo. No fue una pesadilla en realidad, pero fue un sueño realmente cuáthico, che, porque nunca he vuelto a soñar algo tan coherente.

andres

26.3.09

Mis Peores pesadillas: El sueño de la razón produce monstruos

Estás dos pesadillas han sido los peores sueños que he tenido (que recuerde):

La primera, muy recurrente cuando era chico, o sea, pasó como 3 veces durante 2 años y no volvió a pasar (al menos con la sensación de miedo).

La primera vez, estaba con mi mama y mi hno y ella nos mandaba con una nana para que nos cuide, y nos manda donde una viejita. Ella nos cuidaba y nos trataba muy bien como a hijos propios pero no dejaba que volvieramos con mis papas  y nos mantenía en su "casa de bruja" que era como un castillo, y nos trataba muy bien pero yo tenía mucho miedo. Al final me escapo con mi hno y volvemos a mi casa con mis papás.

La segunda vez que pasó no me acordaba que había tenido ese sueño hasta que volví al sueño... Esta vez estaba en mi casa y la ancianita venía y me raptaba y me llevaba a su castillo de bruja, ahí me mantenía lejos de el salvador, quedaba como a la salida, se podía ver hasta la ciudad. Pero no podía volver. Pasé arto tiempo ahí hasta que mis papás vinieron y me rescataron, pero cuando volví a la ciudad no estaban y no había nadie en la casa así que me fui a dar una vuelta por una "fería artesanal" que había entre la plaza y la iglesia, volvía a mi casa pero había otra familia y me decían que mi familia se había ido de el salvador y me cerraban la puerta, el sueño terminaba conmigo caminando por salvador muy triste y preguntandome que hacer.

La tercera vez volvía a tener ese mismo sueño, fue tan identico que pensé que en verdad no era un sueño y cuando desperté esa vez me tenía tanto miedo que llamé a mi mamá para que me abrazara.


El otro sueño que me ha marcado fue estas vacaciones que soñe que estaba en una cabaña y era de noche o al menos estaba todo oscuro afuera. Me acompañaban mi hno más chico y un primo de su edad, estabamos en la mesa conversando y ellos me decían cosas. Empezamos a hablar del infierno y me decían "ya estamos en el infierno, ya estamos". Entonces yo sólo sentía mucho miedo pero también me sentía bien pensaba "no importa, pasará" entonces sentí como unas llamás devoraban la cabaña con los tres adentro y sentí mi cuerpo purgado por las llamas. Esa vez me desperté muy feliz en medio de la noche, sentía como si hubiese pasado a través de un sol y que no habia que tener miedo al fuego.


22.3.09

clichés

Orgasmo

Orgasmo de colores

Orgasmo de mil formas

Orgamo sexual

Orgasmo poético

Orgasmo matemático

Orgasmo patetico.

 

Orgasmo musical, orgasmo de gradería

Orgasmo sindical, orgasmo de heladería.

Orgasmo político, orgasmo judicial

Orgasmo psicodélico, orgasmo demencial

Orgasmo, orgasmo, contorción de espina dorsal

Orgasmo meridiano, orgasmo animal

Orgasmo mañanero, orgasmo de fin de mar

Orgasmo siútico, orgasmo no tan bueno

Orgasmo inolvidable, primer orgasmo.

 

Orgasmo destructivo

Orgasmo artistico-des-comunal

Orgasmo colectivo, coro de voces angelicales

Orgasmo de fábrica, orgasmo de fin de siglo

Orgasmos de dedos rotos y pianos machacados

Orgasmos de ciegos, sordos e invalidos

Orgasmos invalidados, orgasmos oficales sin mascaras ni animales

Orgasmo por doquier, orgasmos sin final

Orgasmos sin origen

Orgasmo genital, orgasmo del génesis biblico meridional.

 

Orgasmos, al fin y al cabo, orgasmos.

18.3.09

VIII

No desaparece este mar.
Este mar, este no-mar.
Esta innombrada luz de
muerte,
de caminos que llegan a mí.

Selvas, cuerpos, luces, savia.
Váginas impuras volviendo
a las gargantas de la
tierra negra.

Y los colores gritando
en los ventanales de
yerba,
de dharma, de doncellas.

Y las raíces de esta tierra
desteñida por tu sangre.
Se apaga el frío,
morirán mis fémures
pero no mi cráneo.

pasa manos

Caminando en el metro, por primera vez hoy

Mientras una música tipo Oasis sonaba por ahí

Y subía las escaleras de subterra,

Hoy, por primera vez me sentí como parte del urbano

Como esa parte pequeña, como todos los demás

De las ciudades, las calles

Laberintos hechos por nosotros mismos

Para encerrarnos a nosotros

Y no permitirnos escapar,

Hoy, por primera vez he conocido al minotauro.

Infiel Cain, vaga solo y con herrumbre, arrastras cadenas por donde pasas

Y la gente ni te mira, con tu cabeza de toro fuerte

Y los ojos en una perpetua lágrima,

Con una música tipo Oasis,

Fue como ser uno más, del monton, del monton, del monton…

¿y si nunca terminara?

¿Se cansan alguna vez los dormilones de dormir?

Me parece que habría que juntarse a los pies de los cerros y gritar

“¡DespiertAAAA! ¡DESPIERTAAAAAAAA!” “¡VEN A CASA!”

Pero en la urbe, dando pasos desde que aprendiste a caminar

No paras, o a la tumba, no paras, o te vas

Porque una vez te paras estás condenado a caminar

Con dolor de piernas y huesos hasta que seas polvo endurecido

Alguien nos cortó las alas antes de nacer

O no tendríamos estos recuerdos.

17.3.09

el dr. colapsó

la 2 columna del dr. hitschfeld, hay q seguir sumando agentes al apocaliptico ejetcito postmo. La parte de los avioncitos está realmente genial.

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La existencia de Dios Parte 2

En la columna anterior vimos que este Nuestro Universo no es eterno. Comenzó en una Gran Explosión, (Big-Bang) hace 13 o 14 miles de millones de años atrás, y va a terminar desgarrándose o despanzurrándose en el vacío en muy aproximadamente 45 mil millones de años más. Dedujimos entonces que algo eterno, sin principio ni fin lo creó. Dios. (Porque hablando en términos de Eternidad este desgarramiento tendría que haber ya ocurrido. Decimos 50 mil millones de años, que nos parece muchísimo tiempo; pero en relación con la eternidad es menos que un nanosegundo.)
Y otras preguntas se vienen a nuestra pequeña y atormentada mente.
¿Qué hizo Dios antes de crear este Nuestro Universo? ¿Descansó eternamente?
¿O acaso en el vacío infinito ha creado una infinidad de otros universos? ¿Parecidos o disímiles a este Nuestro Universo?
Cuentan que San Agustín, caminando por la playa iba cavilando pensamientos acerca de Dios. Distrae su atención un niñito. El niñito iba continuamente corriendo desde el borde del mar a echarle agua con su baldecito a un posito que había hecho en la arena.
¿Qué estas haciendo? Pregunta San Agustín. ¡Quiero llevar toda el agua del mar a este pozo! ¡Pero niñito eso es imposible! El mar es inmenso y no puede caber en tu posito.
¡Lo mismo estas haciendo tu! Contesta el niñito. ¡Tratando de entender la inmensidad de Dios con tu pequeña cabeza!
Cuando tenía poco mas de 4 años me preguntaba a que velocidad vuelan los aviones; nunca había visto uno de cerca, tan solo los veía sobrevolar encima de la casa. Hice la “brillante” deducción de que tenía que ser a la misma velocidad con la que podía apuntarlos con el dedo. Así para mi, los que pasaban bajo volaban muy rápido, porque apenas alcanzaba ha seguirlos con el dedo y los que volaban alto, muy lento. Hasta convencí a mis amiguitos de esta aseveración. Es legítimo que me pregunte: ¿Cuánto más inteligente soy ahora? Lo único que se que en ningún caso lo suficientemente inteligente como para poder entender la esencia de la materia y mucho menos lo divino.
Cito a Sócrates; filósofo griego, de antes de Cristo. ¡Solo se, que nada se y aun de eso no estoy seguro!

Vuelo 292

Apenas me bajé del bus comencé a buscar los cigarros que acababa de comprar y no los encontré por ningún lado. Revisé mis bolsillos y encontré unas pocas monedas que no alcanzaban ni para comprar una cajetilla pequeña. Me senté un rato y barajé mis opciones. El vuelo salía en dos horas. Me levanté y miré a la gente a mi alrededor: habían dos personas fumando, una señora y un viejo. Les pedí cigarros pero los dos me respondieron que les quedaban muy pocos. Ambos me mostraron sus cajetillas para probarme la veracidad de sus dichos. La adicción llegaba su punto álgido, sin embargo aún conservaba algo de dignidad, por lo menos más de la que nunca podrá llegar a tener Roberto dueñas, quién a propósito estaba delante de mí en la cola del equipaje. “Mira, mira, es Roberto dueñas” le susurré al tipo que estaba al lado mío. “Sí, sí, ¿será el?”, “si, parece que sí. ¡No lo puedo creer! Roberto Dueñas en persona” entre los dos nos encargamos de correr la voz para que a nadie le pasara desapercibido este gran evento que es ver a Roberto Dueñas en el aeropuerto. Bueno después supimos que dueñas en realidad iba para Iquique, así que descarté toda posibilidad de viajar en el mismo avión que Roberto dueñas. No se puede tener todo en la vida. Pero da lo mismo, cuando me deshice del equipaje fui hacia fuera de nuevo y había una señora fumadora que tenía dos cajas de camels sobre la maleta.
-Disculpe, señorita –le pregunté con mi mejor cara-. ¿Me vendería un cigarrillo a cien pesos?
-Venderte no - me contestó- pero si quieres te doy uno
-En serio? Muchas gracias!
-Saca otro si quieres
-En serio?? Muchas gracias!!
Como se quedó mirándome, supuse que tenía que decir algo más, así que agregué:
-Muchas gracias, de verdad- y me fui.

Un rato después cuando estaba abordando el avión, regocijándome con la nicotina que me atravesaba las venas. Roberto dueñas hizo su última aparición, con una mujer hermosísima debajo del brazo, una rubia de cepa argentina, exponente ejemplar de la voluptuosidad televisiva, q’ hijo de puta. Finalmente llegué a mi asiento y analicé a mi compañero de viaje: era un ser bajo, algo ridículo, con sendas entradas en la cabeza y un libro de autoayuda entre las manos. Tenía una sonrisa inamovible dibujada en sus labios; después me di cuenta que nunca pasaba de la página y, es más, tenía los ojos puestos en el libro, pero la mente muy lejos.
El avión se puso en marcha y las azafatas cruzaron el pasillo para hacer entrega del módico servicio de “snack”. Apenas pasó la azafata con su carrito, un hombre grande y gordo se levantó de su asiento y fue hacia mí.
-Oiga –me susurró al oído- ¿Se va a comer su brownie?
-Mmm –pensé dos veces antes de responder-. Creo que no.
-Se lo cambio por mi maní y por mis pastillas de menta. Le doy la bebida si quiere también.
-mm, no lo sé –le respondí, negociando-. El brownie es lo único bueno que dan aquí.
El hombre se comenzó a poner nervioso.
-¿Qué quiere a cambio? –me preguntó.
-Cigarrillos
-Pero… yo no fumo
-Entonces no hay brownie
Vi que el hombre comenzaba a sudar. Por el pasillo avanzaba amenazante una azafata, con toda su perversidad dispuesta a despejar el pasillo de pasajeros problemáticos como el que estaba junto a mí.
-Por favor –me suplicó el hombre-. ¡Por favor déme el brownie!
-¿Qué se lo dé así como si nada? ¿Usted quiere que yo me quede sin brownie ni cigarrillos, totalmente desposeído?
La azafata estaba a sólo unos pasos del hombre ya. La situación se estaba poniendo tensa.
-¡Por favor! ¡Cuando lleguemos al destino le compro todos los cigarros que quiera! ¡Un cartón!
-Podrían ser dos.
-¡Tres cartones! ¡Se lo juro!
-Ahí cambia la cosa –le entregué el brownie justo en el momento en que la azafata lo agarraba de la oreja y lo devolvía a su asiento. Aproveché de pedirle más cerveza y traté de concentrarme en la película. Justo en ese momento advertí que el tipo que iba sentado a mi lado había levantado la vista del libro y me miraba fijamente. Por fin se acercó a mi oído y me susurró:
-En este avión nadie sabe quién soy –y alejó su cabeza sonriendo y asintiendo.
-Eso me parece bien –le respondí-. En este avión nadie sabe quién soy yo tampoco.
-Está bien –dijo, volviendo la vista hacia el suelo- Anda al baño y fíjate lo que hay debajo del lavamanos.
Efectivamente la bomba estaba debajo del lavamanos. Me quedé largo rato observando la bomba, pensando en que hacer. Quedaban ocho minutos para que se detonara. Al final tome la decisión más adecuada: cómo no sabía nada de bombas, fui donde la azafata más cercana y le pregunté si acaso sabía cómo desactivarla. Entró en el baño y examinó la bomba cuidadosamente.
-El cable rojo –dijo después de un rato.
Estaba a punto de cortarlo con los dientes cuando ella me detuvo.
-No! Mejor No! No estoy segura. Preguntémosle al capitán.
Así que partimos a buscarlo a su cabina. Cuando volvimos con el capitán, que era un tipo alto y elegantemente canoso, había un grupo de personas frente al baño, con cara de querer reclamar por algo.
-¿Me pueden decir que significa eso? –exigió una señora de edad apuntando la bomba con el dedo.
-No se preocupe señora –le dijo la azafata-. Vuelva a su asiento y abróchese el cinturón de seguridad.
-¡El cinturón de seguridad! –bramó la vieja- ¡Si esa cosa explota el cinturón de seguridad no me va a ser de gran utilidad! no le parece?
El caballero que iba sentado en el último asiento se levantó y fue hacia nosotros.
-¿Qué está pasando acá? –preguntó con un tono mesiánico que resonó por todo el avión.
Justo cuando la azafata iba a responder, se sintió un ajetreo en los asientos de la fila donde iba yo y al rato apareció el tipo de los brownies levantando a mi compañero de viaje por la parte de atrás de la camisa.
-¡Este hombre fue el que puso una bomba en el avión! –gritó.
Se escuchó un rezongar generalizado a medida que todas las cabezas de los pasajeros se volteaban hacia atrás donde estábamos nosotros.
-¿Qué bonito, no? –lo condenó un sujeto de voz aflautada- ¡Ahora nos vamos a morir todos!
El caos se incrementó a tal grado que ya no se escuchaba nada de lo que decía nadie. Los pasajeros comenzaron a salir de sus asientos y se amontonaron todos en la parte de atrás, frente a la puerta del baño.
-¡Cálmense! –ordenó el capitán-. ¡Cálmense todos!
El bullicio disminuyó.
-¿Hay algún experto en bombas en el vuelo? –preguntó el capitán- O, en su defecto, ¿Algún profesor de física, mecánico, gásfiter o algo así?
Todos en la multitud se miraron entre ellos. Yo miré la bomba y advertí que ya iban quedando sólo cuatro minutos para que explotara.
-Yo soy electricista –dijo un viejo que estaba entre la multitud-. Yo sé de estas cosas, al final todo se rige por la misma ciencia: circuitos, bombas, mujeres...
Algunos de los presentes soltaron algunas carcajadas mientras el electricista avanzaba heroicamente hasta la bomba. Se arremangó, se inclinó sobre la bomba y se puso sus lentes. Observó la bomba durante varios segundos mientras mascullaba algunas cosas ininteligibles. Por fin se levantó y emitió su veredicto:
-Hay que cortar el cable rojo.
-¡No, no lo hagan! –gritó mi compañero de viaje al mismo tiempo que se zafaba de los brazos de su captor y se subía a un asiento para dirigirse a la multitud- ¡El cable rojo es una trampa!
-¡Eso tiene mucho sentido viniendo de quién puso la bomba!
-¡Yo no puse la bomba, carajo! –se defendió el pequeño hombre- Yo recibí un llamado esta mañana en el que me ponían al tanto de que habría una bomba en el vuelo. ¡Estaba cepillándome los dientes! ¿Qué podía hacer? ¡Díganme! ¡Que podía hacer!
Nadie se atrevió a decir nada.
-Eso explica las cosas –reflexionó el capitán. Quedaban tres minutos y cuatro segundos para la explosión. Luego de un rato, el capitán prosiguió- Bueno, si no es el cable rojo el que hay cortar, yo opino que lo sometamos a votación. Quedan tres cables: verde, amarillo y gris. Levanten la mano los que piensan que se debe cortar el cable verde.
El capitán mismo levantó la mano y un par de personas lo imitaron. Mientras la azafata anotaba los resultados en una pizarra, un tipo de lentes y aspecto nervioso pidió la palabra.
-Este…Mi capitán.
-Dígame, compañero.
-Yo creo que la votación debería hacerse en forma secreta.
-¿Y por qué cree eso, compañero?
-Para evitar represalias. Imagínese que uno vota el cable amarillo y efectivamente este resulta elegido. Y luego resulta que al cortarlo, la bomba explota y todos nos morimos. Las víctimas van a querer vengarse y eso va a terminar mal.
El capitán reflexionó un momento.
-Tiene razón nuestro compañero. Mi asistente va a repartir papelitos en los que deben anotar ustedes su preferencia. Por favor voten a conciencia.
Luego del holocausto democrático, la azafata anotó los resultados en la pizarra. Había cuarenta votos verdes, nueve amarillos, veinticuatro grises y sesenta y cuatro votos nulos, algunos de los cuáles eran meros dibujos de aviones en llamas o gente volando en pedacitos. Cómo quedaban sólo dos minutos y, a pesar de algunos reclamos, no podía declararse la victoria del voto nulo como una opción, se decidió que se cortaría el cable verde. Hubo una gran expectación mientras el capitán sacaba su Victorinox y se acercaba a la bomba. Una gota de sudor le recorrió la sien.
-No pasó nada –corroboró un sujeto, luego del silencio álgido que había proseguido al chasquido de las tijeritas.
Efectivamente, el cable verde había sido cortado y, además del grito ahogado de una anciana y el llanto del bebé del asiento 12C, no había ocurrido nada. La bomba seguía cuenta abajo, un minuto treinta y seis, y-cinco, y-cuatro, y-tres, y-dos segundos.
-Bueno, vuestra voluntad se ha cumplido y no nos hemos salvado –se pronunció el capitán, quitándose la gorra y poniéndosela en el pecho-. Creo que ahora sólo nos queda rezar para que Dios se compadezca de nuestras almas.
De inmediato se levantó un gran alboroto en la multitud; había gente llorando y suplicando, gente que se quejaba del pésimo servicio de las aerolíneas, qué por qué no había paracaídas, que cómo podían pasar estas cosas con la tecnología que hay. Había alguien preguntando a gritos si había un cura a bordo e incluso había un grupo de individuos dispuestos a cortar el cable amarillo a la fuerza. Repentinamente, un sonido agudo proveniente de la bomba los hizo callar a todos. Quedaba 1 minuto.
Se oyeron algunos suspiros; algunas personas se sentaron en el suelo y otras agacharon la vista. El tictac de la bomba se oía en todos los rincones del avión, iba de un extremo a otro, rebotando por las paredes, perpetuándose definitivamente en los oídos de todos los pasajeros. Supe que ese era el momento adecuado para hacerlo, más bien, la única oportunidad que se me presentaría en lo poco que me quedaba de vida. Me levanté de mi asiento y todos se volvieron hacia mí:
-Yo también recibí el llamado –confesé-. Yo también sabía lo de la bomba.
Hubo un silencio sobrecogedor, quedaban menos de treinta segundos. El electricista que hace unos minutos había inspeccionado la bomba se levantó del suelo y me observó detenidamente.
-A mi igual me llamaron –dijo, pero nadie se sorprendió. Otra persona se levantó en el otro extremo del avión y se nos unió. Luego otra dijo que todos los que habían recibido el llamado levantaran la mano y levantó su mano. Una anciana levantó temblorosamente la suya desde su asiento. Su marido que estaba junto a ella la levantó también. Una a una las manos levantadas fueron colmando todos los rincones del avión, de cinco manos se había pasado a diecisiete, y ya quedaban sólo doce segundos. Once. Diez. Y las manos que seguían multiplicándose en todos lados: treinta, treinta y dos, treinta y siete, hasta que finalmente perdí la cuenta. Ya eran demasiadas manos y se seguían levantando más. El tictac parecía ir haciéndose cada vez más fuerte- Seis, Cinco- y las manos cada vez más numerosas- Cuatro, Tres, Dos… Entre la multitud distinguí la palma angulosa del capitán perdiéndose en una exuberante vegetación de relojes pulsera, manos y anillos. Tictac. La reacción había sido unánime.

15.3.09

cuento de filosofia

un cuento de hace tiempo cuando iba en el colegio. Lo tuvimos q escribir con unos amigos pal profesor de filosofia que era algo asi como un megafilantropo que luchaba contra su desengaño. Y claro, los personajes tenian que representar las ideas de Aquino, sartre, nietzche y otros locos, asi que se cachan los parches a la fuerza que hay en algunos lados-

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Celebración solemne en Re mayor, movimiento 23

1
Es tarde ya, sólo unos minutos más y Alicia va a salir del baño para ir al living y sintonizar alguna estación de radio en el equipo, lenta, casi taciturna Luego se sentará en el sillón de cuero junto a la ventana y se levantará de inmediato, no pensará en nada más que en su propio reflejo y en las aceitunas, el whisky sobre la mesa, los embutidos, los maníes y de nuevo en las aceitunas. Y, como si no lloviera todas las tardes, me dirá que fume bajo las canaletas y no en la cocina, para que cuando entre, ella me diga que soy bajo y que estoy gordo y mojado, y que el bigote no me queda bien, tampoco los lentes.

Entré por la puerta de atrás y ella igual me estaba esperando ahí. Abrió la boca como para decirme algo, pero justo en ese momento sonó el timbre, escalofriante, importado desde alguna disquería interestelar y que a mi me parece como el orgasmo de una mantis religiosa. Ella corre a abrir y entonces diviso a los primeros invitados bajo el umbral, esa pareja grandiosa que predice calamidades en las bolsas de comercio, licenciado Ibáñez, bastón y sombrero de copa, vejiga del siglo veinte y su elegante chaqueta de prepucio de elefante, nada especial al lado de Filipa, que, gracias a Dios, no goza de ninguna característica que quiera describir. Estudiamos filosofía juntos.
-Amigo mío, te saludo con mi cordialidad de domingos. — dirá el licenciado. Y lo dice. Luego ríe sonoramente junto a Filipa.
-Estoy aplicando el teatro de lo absurdo que fuimos a ver ayer querida
-Lo haces muy bien, querido.

Suena el timbre una vez más ¡Abre querido! Está sonando el timbre, ¡abre querido! Claro que abro, se siente un gran clamor al otro lado, como esos tumultos tan característicos de las metrópolis agonizantes. De la nada, entra tío Godines, un hombre bajo y muy saltarín. Detrás de el vienen todos los grumetes de la goleta Hache y su capitán con cien barbas blancas de mares tempestuosos. Bienvenidos. Bienvenido el joven poeta Rubidio, que aún sigue cazando estrofas en mundos lejanos, y también bienvenidas las dos parejas de baile que vienen del lejano mundo de las tortas de matrimonio gigantes. Entren sin temor, amigos, todos son bienvenidos a esta fiesta. Tío Godines es el único que me ofrece su mano. Se la estrecho. Me agrada tío Godines.

2

- ¿Qué por qué estoy ebrio? No, por nada, es que recién vengo llegando de la casa de mi amigo Baco.
- No veo relación entre eso y su ebriedad, tío.
- Sin embargo hay mucha relación, amigo mío. Baco es muy hospitalario con sus huéspedes. Hoy salimos de cacería.
- Sigo sin ver la relación.
- Es que no comprendes muy bien, te gustan demasiado los detalles, ni pareces mi sobrino. A mi me parece evidente que estoy ebrio porque Baco gusto mucho de salir a
cazar con sus amigos a los parques nacionales de Chán. Quizás no sea así, pero ¿qué importa? Estoy ebrio, quizá todo lo que dije son delirios, pero ¿Por qué te preocupas, amigo mío?
No encontré nada que responderle a tío Godines. En realidad, rara vez tengo algo que decir en estas fiestas.
En la azotea las parejas han comenzado a bailar bajo la lluvia. Los marineros cantan ebrios con su capitán y el poeta Rubidio siempre mira al suelo. El licenciado Ibáñez termina con una imitación del último monólogo municipal desatando risas esperpénticas en Alicia y en Filipa. Todo es muy feliz.

- ¿Sigues pensando en lo que te dije, sobrino mío? Ya no es necesario, nunca más. Eres infeliz, precisamente por eso, porque no amas ni siquiera tu deseo más insignificante. ¿Odias a Alicia? Entonces ama tu odio. Ámalo como nunca la amaste a ella y sé indiferente a todo lo que eres, pero nunca a lo que te impulsa.

Sólo atino a mirarlo con ojos comprensivos; siempre me han intimidado esos tipos que hablan con demasiada convicción en lo que dicen. Y tío Godines es uno de ellos. No vale la pena, tío, para mi es absurdo. Odiaría tener que amar, si tengo miedo de sentirme demasiado cerca de cualquier cosa en este mundo. En realidad no vale la pena. De improviso aparece el capitán Hache rompiendo multitudes con su aliento de anclas oxidadas, pailón, tambaleándose con orgullo, como si tuviera muchas razones para hacerlo, razones que nadie conoce.

- Capitan Hache, le presento a mi atormentado sobrino.
El capitán bajó dos semitonos, carraspeó y una vez listo para la ejecución, desató su risa de mil naufragios.
- Estamos mal enfocados, compañero — el capitán siempre hablaba en plural — en mi barco, a los jóvenes atormentados los arrojamos a los tiburones.
- No soy atormentado — le dije. Pensé en decirle algo más, pero luego me arrepentí. En realidad nunca me había considerado atormentado, es más, luego de haber vivido muchos años entre gente como tío Godines y el capitán había llegado a pensar que ellos tenían muchas más razones como para estar atormentados que yo. Incluso podría haber llegado a pensar que era feliz, si hubiera podido definir la felicidad en todas sus dimensiones.
- Es que para mi sobrino el mundo es una especie de Falacia —dijo tío Godines.
- Estamos mal, hijo — dijo el capitán —. Con ira y tragedia he arrancado la virginidad de todos los mares de este mundo, incluso de aquellos que no existen y, por mi parte, yo no creo que el mundo sea una falacia.
- Y no lo es, capitán. Pensaría que nosotros lo somos.
Hubo un largo silencio, solo se oía el tango lejano que cantaban los marineros en la azotea. Ibáñez, cada vez más ebrio pero sin perder su elegancia, bailaba ahora con Alicia y con Filipa. Tuve la sensación de que un extraño desdén se apoderaba de la noche.
Una vez que terminó el tango, nuestra conversación pareció desaparecer de todos los registros. El capitán comenzó un relato sobre varios encuentros con las sirenas hermafroditas de altamar y todos decidieron escucharlo con atención mientras sus marineros actuaban con gran histrionismo todo que describía él. Por un momento tuve deseos de reír.

3

El silencio ya se había prolongado demasiado, era como si repentinamente la eternidad misma hubiera arrollado, iracunda, la azotea. El joven poeta Rubidio estaba sentado junto a mí en un banco de piedra, fumando cigarrillos. Le pedí un cigarrillo y el vaciló durante mucho rato, con la vista perdida en otra dirección muy ajena a lo que para mi significaba este momento. Entonces extrajo de su bolsillo un delicado estuche metálico con grabados de flores y formas indescriptibles que a mi me parecieron muy femeninas. Lo abrió con tanta gracia que incluso llegué a pensar que había pasado días practicando esa maniobra tan común frente a espejos de tiendas y retrovisores de taxista, pero estoy seguro que a él le pareció que era mi maniobra de ensimismamiento ante la suya la que había sido preparada con anticipación, quizá como respuesta a su larga vacilación en el momento en que yo le pedí un cigarrillo. De todos modos, no tiene importancia. Tomé el cigarrillo y fumamos.

-¿Así que profesor de filosofía, eh? —preguntó.
-Sí, profesor de filosofía en la academia “La Colmena” —le respondí yo queriendo ser de utilidad en la conversación.
-Verdaderamente un trabajo para masoquistas. Aún tengo el recuerdo de un espectáculo horripilante, hace muchos años ya, cuando aún era un estudiante. Asistimos a la charla que daba un profesor de filosofía en una especie de coliseo en ruinas. Todo iba muy bien, el profesor hablaba y nosotros dormíamos, cuando de repente desde los profundo de la selva en la que se hallaba el coliseo aparecieron unas bestias rarísimas, casi amorfas, que aullaban con una cólera chorreante de bilis y otras secreciones intestinas. Ante esta visión inexplicable, el desdichado profesor tiró sus papeles y comenzó a correr de las bestias con desesperación. “¡Son las falacias! ¡Me han encontrado! ¡Ayuda!” gritaba el pobre, pero nadie lo escuchaba, porque estábamos todos demasiado sorprendidos como para reaccionar. En fin, no pasaron ni tres segundos y ya sentíamos como la carne envejecida del profesor crujía entre las dentaduras de las denominadas Falacias. Quizá usted piense que es una locura, pero al comienzo a mi me pareció que ese ruido era muy relajante; me recordaba la sabrosa cadencia de los tallarines en el momento en que se les quita el agua. Delicioso.

Supe entonces que Rubidio era un demente. Pero ¿Hasta que punto podía pensar que esa demencia enfermiza no era sino la razón en su forma más pura? Porque después de haber escuchado su relato me parecía que sus palabras estaban cargadas de una razón imponente, una sobredosis de realidad hasta el punto en que esta se vuelve absurda. Rubidio, sin embargo, parecía eternamente absorto en algo, daba la sensación de que hubiera hecho un gran descubrimiento que aún seguía siendo desconocido para todos los demás. Confirmé mi idea casi inmediatamente, en el momento en que, sin explicación alguna, se levantó de su asiento y comenzó a mirar hacia el cielo, riéndose estrepitosamente.

-El mundo es tan divino, amigo mío —dijo sin parar de reír-. Es justamente la miseria, la infelicidad, esa decadencia de todos los días lo que lo hace tan divino. Son cosas que fácilmente podrían llevar a uno al abatimiento más terrible, pero una vez que encuentras el camino no puedes evitar ver la belleza que hay detrás de todo, en cada hombre ebrio en los bancos de la plaza, en cada sanatorio enclaustrado dentro de la locura de sus habitantes o en cada genocidio guerrillero tercermundista. Sólo frente al mundo, me parece que es una belleza sublime el sentirse aferrado a este ordenamiento tan divino de las cosas simples, a este plan superior que a veces es tan difícil de descubrir.

Por un momento pensé que Rubidio estaba borracho, pero luego recordé que la verdad era que estaba loco. Totalmente loco, como un solitario hombre que usa el paraguas para enfrentar el viento. Caminó lentamente hacia el borde del edificio, y por un momento pensé que se iba a arrojar al vacío. Volteó la cabeza para mirarme, la risa no se le había borrado del rostro.

-Por fin lo he descubierto, compañero. Somos náufragos, eso es todo. En algún momento la humanidad entera naufragó y ahora es el amor todo lo que nos queda para hacer frente a este océano interminable de desdén y miseria, de realismo —rió a carcajadas y luego se quedó boquiabierto, observándome-. Amar las cosas, todas las cosas, hasta la más pequeña o la más infame. Y sólo podemos amar lo que se conoce, lo se que conoce, lo que se conoce, lo que se conoce, lo que se conoce....
Rubidio se arrojó al abismo repitiendo estas palabras. Nunca oí el ruido que pudo haber provocado su cuerpo al golpear el suelo, pero me imaginé los tallarines en el momento en el que se les quita el agua. En algo tenía razón el poeta.

4

Era un estruendo fuera de toda posible noción. El mundo entero pareció detenerse en el momento en que todos los invitados observaban con terror como un barco de proporciones gigantescas atracaba junto a la azotea.

-iLa goleta Hache! —vociferó el capitán-. ¡Por fin ha llegado la goleta Hache! ¡Corran!

Espoleados por una súbita alegría, el capitán y todos sus grumetes corrieron hacia a embarcación. Las parejas de baile dejaron de bailar y sonrieron; los caballeros levantaron cortésmente sus sombreros y las damas se inclinaron con delicadeza tomando sus vestidos. Juntos caminaron grácilmente detrás de los grumetes. Cuando el capitán pasó junto a mí me agarró con fuerza del brazo y me arrastró consigo. Alicia parecía confundida, y las muecas absurdas de Filipa parecían un intento vago por acompañarla (o justificarla) en su confusión. Desde la proa vi como tío Godines era recogido por sus cuatro gaviotas de leche y luna menguante, que se lo llevaban quién sabe donde. Desde el aire nos miró con una sonrisa e hizo una señal de despedida con su sombrerito.

-¡Se acaba todo! ¡Se acaba todo! —gritaba eufórico el capitán-. ¡Nos vamos!
-¿Adonde vamos? —pregunté. El capitán me miró con los ojos increíblemente abiertos y los dientes torcidos en una mueca de felicidad idiota. Me tomó bruscamente de los hombros y comenzó a zamarrearme.
-¡Nos vamos! ¡Nos vamos! —volvió a gritar, en coro con sus grumetes. Luego me soltó y se fue saltando por la cubierta. Entonces me acerqué a la barandilla y me apoyé lentamente sobre el frío metal oxidado. Miré a Alicia, la miré durante mucho rato. Busqué señales en su ridícula mueca de colapso, en su cabello ondeando en cámara lenta, en la curva velada de sus senos que tantas veces se habían ahogado en el desenfreno de mis manos juveniles. Alicia seguía siendo la misma de siempre. Entonces la miré por última vez y tuve el feliz remordimiento de no sentir nada.

9.3.09

Existe Dios? Parte I

-bueno, la columna del dr. se me perdio, por eso no pude transcribirla. Estaba en un paskin sureño asi q dificil volver a encontrarla... Hay muchas falacias en esto o no?- en una de esas el dr responde y termina convenciendonos de la existencia cientifica de dios. Pero bueno, seria lindo imaginar a la comuna como un cancer posmoderno (dale con la posmodernidad) que se infiltra en todos los canales de comunicacion y termina desestabilizando la moral colectiva. Es una revolución, a su modo. Saludos, antropos- che-


Dr. Hitschfeld:

Con respecto a su columna del pasado miércoles 4 de marzo (Existe Dios? Parte I), me atrevería a decir que existen algunos puntos débiles en su reflexión que lo hacen llegar a conclusiones demasiado pretenciosas. En primer lugar, limitar el origen de la materia a sólo tres posibilidades demuestra que las categorías en las cuáles tendemos a concebir estos procesos son producto de un racionalismo que para estos fines resulta insuficiente. Me explico. Al hablar sobre algo tan sobrecogedoramente metafísico como la existencia de la materia, resulta iluso emplear dimensiones artificiales como el tiempo y el espacio de forma tan directa. La existencia de la materia (o la energía) trasciende toda noción de espacio y tiempo. ¿Cómo concebir, filosóficamente hablando, la existencia del tiempo o del espacio prescindiendo de la materia? El tiempo es un concepto que se construye a partir del envejecimiento de la materia viva, de los ciclos lunares, del paso de las estaciones, de la extinción de algunas especies y la aparición de otras, de los inmemoriales procesos geológicos y otros eventos observables y especulables que permiten elaborar esa suprema medida de las cosas que es el tiempo. Con el espacio ocurre lo mismo, de modo que no resulta muy preciso situar el origen de la materia en alguna de las tres hipótesis que plantea.
Bueno dejando de lado este cuestionamiento, volvamos a revisar sus 3 hipótesis: 1. la materia salió de la nada. 2. la materia es eterna, siempre ha existido y siempre existirá, tan sólo con distintas variaciones. 3. algo eterno creó la materia. La primera hipótesis la descarta por absurda, argumentando que “de la nada, nada puede salir”. La segunda hipótesis quedaría invalidada por el no tan reciente descubrimiento de que el universo está en creciente expansión y, por lo tanto, es imposible que se produzca un ciclo de constantes big-bangs que reproduzcan la materia. En cuanto a este último punto, no me parece del todo insostenible que el universo llegue a un punto de álgida expansión en el que todo vuelve a reducirse a un punto. Es una paradoja, está claro, pero en este ámbito abundan las paradojas a simple vista que luego vuelven a refugiarse en una explicación razonable (la paradoja de Olbers es un ejemplo más predecible). En fin, con las dos primeras hipótesis invalidadas, la tercera hipótesis quedaría como la única opción y esto le permitiría a usted afirmar que algo eterno (Dios) creó la materia y, no sólo eso, sino que además se encuentra científicamente comprobado. Manipular la estructura metafísica o aprovecharse de los límites de la ciencia para afirmar la existencia de dios me parece una actitud panfletaria, medieval y escolástica. Personalmente no niego la existencia de dios, pero me parece que su importancia debe ser medida desde una perspectiva histórica y antropocéntrica, dejando de lado las discusiones sobre la existencia de un ser eterno que puede ser identificado con casi cualquier fenómeno. En último lugar, la plasticidad a la que son susceptibles los conceptos en este tipo de reflexiones queda de manifiesto al analizar nuevamente sus hipótesis, las que paradójicamente, se concilian y contradicen al mismo tiempo. Suponiendo que partimos desde la tercera hipótesis, (algo eterno creó la materia), ¿Cómo identificamos a esa entidad eterna? Por supuesto es materia de algún modo, ya que la materia posee distintas variaciones, perfectamente ese ser eterno podría representar la materia en algún estado hasta ahora desconocido e inconcebible para la mente humana. Todo depende de la concepción que se tenga de la materia. De otro modo también se podría afirmar que, si ese ser no representa estado alguno de la materia, entonces representa una nada que misteriosamente produce materia. A lo que quiero llegar es que, sea lo que sea- materia, nada o Dios- cualquiera de las tres puede explicar un supuesto origen de toda la existencia. Es una especulación sin fin.

Thorondor.

Y la lluvia?
La lluvia que
lava
nuestra sangre
de la tierra?

Quién seca la
lluvia que
borra,
de los muertos,
la memoria?

La lluvia que nos traen
las águilas?

5.3.09

Piecesitos

Piececitos de mechon
azulosos de lo que parece ser pintura
¡como os ven y no os dan plata!

¡ Diosito !

Piececitos torturados
por el calor del asfalto santiaguino
pidiendo limosna, ¡que desatino!

El ciudadano miope ignora
que por donde vaís
pestilente estela a pescado
dejaís;

que allí donde poneís
la plantita, y esos ojos de pena
el suelo os quema 
y envenena.

Sed (tienen), puesto que hace un calor de mierda
en los caminos de la iniciación post quinceañera
heroicos son en dar un primer paso.

Piececitos de mechon magullado
de incipiente universitario
heroicos como corazón valiente
¡como os ignoran las gentes!